| Capítulo 1

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«Sabiendo que desde el fondo de mi corazón, esto no es lo que quiero»

— ¿Todo está bien con él, doctor?— preguntaba la madre preocupada por un pequeño omega de ojitos cristalinos que se encontraba en su sitio, esperando por la terrible noticia. ¿Y si tenía cáncer o alguna enfermedad terminal? Tal vez por eso la tardanza de su celo, o tal vez se estaba preocupando de más, fruto de su terrible sugestión.

— Win tiene 19 años, ¿verdad?— los contrarios asintieron— Hay dos probabilidades, puede que el celo de Win esté atrasado... Normalmente el celo de los omegas llegan a los dieciséis años, y los que se atrasan suelen llegar unos seis meses después.— hizo una pausa— Pero Win cuenta con diecinueve.

— ¿Cuál es la otra probabilidad, doctor?— El beta miró al cachorro con lástima, soltando un suspiro casi inaudible.

— Que Metawin sea estéril.

El mundo de el Omega se paralizó en ese instante, sintiendo como su pequeño lobito empezaba a llorar desconsolado en su interior, escuchaba en el fondo la voz de su madre reclamándole al doctor por aquel diagnóstico con esperanza de que haya sido un error, pero él tan solo quería irse a una esquina para gritar y reclamarle a la Luna por la noticia.

Su madre se levantó furiosa agarrándolo de la muñeca para sacarlo de ese consultorio, su agarre era brusco y sus uñas largas se clavaron en la piel frágil del Omega, haciéndolo chillar de dolor. Todo el camino fue con un silencio sepulcral, pero se podía percibir por ambos aromas que la situación iba de mal en peor, Win temblaba de miedo encogido en su sitio, él sabía que lo que le esperaba en casa no era nada bueno, su madre estaba furiosa y quién sabe cómo se pondría su padre.

Pero no era tan malo, ¿o si?

Pensó. Necesitaba el consuelo de alguien en esos momentos, pero se sintió tan sólo. Su madre, quién esa misma mañana había sido tan dulce y atenta con él, ahora estaba mirándolo con furia y decepción, como si todo esto fuera su culpa.

Al llegar a casa, corrió hasta las escaleras para poder llorar solo en su habitación, pero la fuerte voz de su gran loba le hizo temblar y parar en seco, la mirada que le lanzaba su familiar fue aterradora, después también la tuvo su padre, el gran Alfa no quería ver a Win ni en pintura, y cada que lo veía caminar cerca, se encargaba de darle algún merecido violento.

— Los Omegas defectuosos como tú no merecen un buen trato— Le susurró su progenitora entre dientes, tirando de las hebras castañas del cachorro que trataba de no hacer ruido por el dolor agudo que sentía en su cuero cabelludo. — Así que deja de quejarte, porque tú tienes la culpa de que esta familia se esté destrozando de a poco.

Una vez el Omega se fue liberando de las garras corrió hasta su habitación, donde intentó refugiarse entre las sábanas blancas con miedo a ser descubierto por alguien más, lo que más le dolía de todo era que su familia le estaba dando la espalda, necesitaba mimos de su loba, también necesitaba un poco de fuerza emocional para afrontar todo, pero... ¿Qué podía hacer? Era un Omega defectuoso y no se merecía ningún tipo de afecto.

Pasaron las horas, pasaron los días, se sentía atrapado en esa casa, no podía salir a ningún lugar, ¿Qué pasaba si los vecinos se enteraban? No, sería la decepción de la familia, no eran pobres, pero tampoco les sobraba el dinero, ahora su padre Alfa pensaba que gastar un plato de comida en su hijo, era como desperdiciarlo por completo.

Se mantuvo excluido por un buen tiempo, su presencia ya casi no se notaba, pero de todos modos nadie deseaba verlo, incluso él no quería verse, el tan solo despertar y saber que nadie le daría un "Buenos días" le hacía odiarse el mismo también.

Manos de Ángel | BrightWin | Adaptación ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora