Capítulo 12.-

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Laborando

Bajé de prisa, ya Samuel me estaba esperan en el bus, y los turistas dentro; nos tocaba ir a baja California. Entré y saludé como es debido, en portugués, eran como 20 personas, entre jóvenes y adultos. Me senté al frente, hasta que lleguemos al lugar de donde empezaremos el recorrido.

Samuel condujo el bus por quince minutos, y, llegamos a una plaza, todos nos bajamos del bus, y Samuel dijo que me acompañaría, era un joven muy servicial y acepté.

Inicié el recorrido, hablándoles de algunos lugares, tomaban fotos entre ellos, pero me escuchaban con atención, estaban alegres y querían tomarme fotos en todo momento. Tenía un poco de miedo, que, al subir esas fotos al internet, alguien pudiera reconocerme, pero luego pensé que nadie me reconocería porque estaba disfrazada, además, estaba muy pequeña cuando salí de casa.

De lugar en lugar, fotos, risas pasó el tiempo y regresamos, ya faltaba poco para las 12, era la hora de regreso.

Cuando llegamos, ellos insistían en que me quedara para acompañarlos a almorzar, les dije que debía arreglar algo en la oficina antes de mi salida con el otro grupo, pero al ver la insistencia decidí llevarlos a un buen lugar, allí estuve con ellos por cuarenta minutos. Me agradecieron por todo y me despedí.

De vuelta a la oficina solo me quedaba una hora, me quité la chaqueta, tomé un jugo de pomelo de los que tenía en la pequeña neverita en la oficina, y luego, me recosté en el sofá que estaba a una esquina y cerré los ojos para descansar un poco, por lo menos media hora. Me desconecté de todo, fue tanto así que ni por un momento sentí que alguien abriera la puerta e irrumpiera en mi oficina.

Un rato más tarde, abrí los ojos con rapidez, recordé que a las dos debía estar lista nuevamente, pero grande fue mi sorpresa que no estaba sola, había alguien más en mi oficina, era mi jefe, parado y recostado del escritorio me miraba mientras dormía.

- Ah, estas aquí, perdón, lo siento, solo tomaba un descanso-le dije.

- Está bien, no te preocupes, te lo mereces; acabas de entrar a trabajar y ya muchos me han hablado bien de ti y te han dado bastantes elogios, el grupo de hoy quedó muy satisfecho con tu compañía, ¡felicidades! -me dijo.

- Muchas gracias, jefe, solo hago mi trabajo, además, todo lo que hago trato de hacerlo bien, espero continuar así-le dije.

- Eres muy buena ¿sabes?, creo que Lanoy se quedó corto al describirte, eres mejor. –me dijo- mañana no tendremos grupos por lo que tú decides que hacer.

- Ok, muy bien. Mañana aprovecharé para hacerle algunos arreglos a mi oficina, es bonita y muy amplia, pero muy varonil; no sé cuánto tiempo estaré en ella, pero el tiempo que esté quiero que sea confortable para mí y para el que llegue. - le dije.

- Eso está muy bien, debes sentirte cómoda, esa oficina pertenecía al dueño de la empresa, pero el decidió elegir otra más oculta, que no esté a vista de todos, tendrá sus razones-me dijo.

- No conozco a ese Señor, pero quizás sea un viejo cascarrabias-le dije. Leonardo explotó con una carcajada que me sorprendió. Le hice un gesto de pregunta.

- Si supieras...-me dijo. No es nada, olvídalo, algún día lo conocerás y te va a sorprender. Bueno ya me voy, tienes que irte con el segundo grupo, recuerda al Centro de la ciudad, ten mucho cuidado. Cuando regreses avísame, para llevarte a casa y salió de la oficina sin más.

Le respondí con meñiques arriba y salí también de la oficina. Tomé el ascensor y bajé a la plaza a donde estaba Samuel; el grupo francés todavía no había llegado.

Cayendo en tus AlasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant