Extra #3

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ONLY- Lee Hi

Derek.

Ira.

El primer sentimiento que se adueñó de mi cuerpo luego de la muerte de Emily fue la ira. Y aunque estaba iba destinada hacia Arthur, también iba destinada hacía mi por no haber podido hacer nada.

Tenerla en mis brazos fue destructor. Sentir como su piel se enfriaba, como el latir de su corazón era casi inexistente y su respiración comenzaba a ser muy escasa. Murió antes de que la ambulancia llegará, murió y no sirvió intentar reanimarla, no sirvió gritar y pedir que no me dejará.

Nada sirvió.

Y vino la oscuridad, se deslizó en casa, se adueñó del alma de mi familia, nos hizo pedazos y la única luz que brillaba, era Elaine, quién dentro de su inocencia no entendía mucho y nos hacía sonreír.

Luego vino la culpa.

Tan sigilosa y torturadora, se metía en mi piel y hacia sangrar mi alma, cuestionando cada una de mis acciones, queriendo cambiarlo todo y sin poder hacerlo.

Porque no importa cuánto lo desees, no puedes cambiar el pasado y lo que ya ha sido escrito.

Dormir, comer, estudiar, sonreír, todo era una tortura, su rostro me torturaba, los recuerdos eran dagas filosas que perforaban mi alma en tantos fragmentos que sangraba.

Las pesadillas iban y venían, me rompían, me convertían en polvo. Ella estaba en toda la casa, estaba en la cocina comiendo con nosotros, en la sala mirando películas con Elaine, estaba en mi cuarto escuchando cómo aprendía cada vez más a tocar su guitarra, estaba con mi madre hablando cosas de chicas en el jardín, con mi padre en su estudio hablando de política y cosas científicas.

Emily estaba en todas partes y a la vez en ninguna.

Así se siente cuando pierdes a alguien, lo ves en cada rincón de la casa, en personas desconocidas cuando hacen algo que te recuerdan a la persona que perdiste.

Y el dolor en el pecho crece, se extiende, te tortura, te mata en vida y aunque quieres no puedes escapar, no cuando tú propia mente se convierte en una prisión.

Amar duele cuando pierdes, vivir cansa cuando luchas siempre y perder no luce tan aterrador cuando ya estás en lo más profundo.

Y debes aprender a vivir con ello, con los recuerdos que te hacen reír y lo que te hacen llorar, comienzas a sanar tan lento que a veces parece una eternidad, y la herida se cierra dejando una cicatriz que te recuerda lo que en algún momento dolió.

Emily era mi hermana mayor, mi ejemplo, la persona que me cuidó de niño, quién me protegió cuando tenía miedo, quién estaba ahí cuando mis padres no estaban.

Y cuando murió, me sentí perdido. A la deriva, tan lejos, tan fuera de mí que también morí.

Y luego, luego tuve que volver a renacer, tuve que unir cada cachito de mi alma, volver a brillar, y no por mi, sino por mis padres, por mi hermanita menor que me veía como yo veía a Emily.

Y fue un proceso, uno largo, torturador y dañino, y a la vez, se sintió como si pudiera volver a respirar, como si mis pulmones volvieran a inhalar el aire que tanto necesitaban, como si mi corazón volviera a latir.

Cuando creí que todo estaría bien, él volvió.

Arthur volvió cuando el pasado ya no dolía tanto y removió el dolor, me hizo querer vengarme, hizo que quisiera usar a alguien más para dañarlo.

Y luego ví que ella podía tener el mismo final que Emily, y entendí que no quería ser esa clase de persona.

Enamorarme de Layla fue todo aquello que nunca planeé, siempre la veía caminando por los pasillos del instituto junto a Ann, también cuando estaba perdida en las clases de matemática y fruncía su ceño y miraba el pizarrón sin entender nada, la veía desde la distancia, luciendo tan ligera y sencilla, tan tranquila y a la vez tan alborotadora cuando estaba con Anne, siempre estaba leyendo, siempre estaba con su sonrisa y sus ojos brillantes.

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora