Capítulo 26

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Multimedia: Wet- it's All In Vain

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Todo era negro.

Las ramas sobre mí se mecían hacia los lados debido a las rafagas de viento que corrían, mientras que generaban un sonido que lograba que mis ojos se sintieran pesados y el dolor de cabeza que tenía disminuyera de manera considerable. Tenía unos lentes de sol para evitar que la luz diera de lleno contra mis ojos para evitar que el dolor de cabeza no se intensificara.

Tenía resaca.

Y me había saltado casi todas las materias y estaba acostada en la banca observando como las ramas se movían con total libertad. Quizás ser un árbol era más sencillo, no sentías, no te equivocabas, no hacías nada, solo existías.

En medio de aquel lugar me sentía en un refugio, no sentía que me estaba ahogando. Cuando caminaba por los pasillos observaba a todos con sus amigos, unos en grupos, otros en dúos, y yo estaba sola. No había nadie esperando por mí para almorzar, tampoco había nadie esperándome a la salida o en clases de historia.

La soledad se sentía en mis hombros, era como si me hundiera.

Quería que Anne estuviera ahí, quería que me abrazara y me susurrara que estaría bien, que lograría encontrar la manera de salir de todo, pero no podía, la había alejado, había hecho lo mismo que hice con Derek.

—Si sigue saltándose las clases no podrá graduarse, Duval.

Cerré los ojos con fuerza por un momento y me senté en la banca. El profesor Monroe estaba delante de mí, su ceño estaba fruncido mientras observaba mi rostro y lo observé chasquear la lengua, quizás en desaprobación, lucía enferma.

—Mi cabeza duele —musité.

—Por resaca —añadió y me extendió una de las dos bolsas de papel que tenía en las manos—. Es un sándwich y un jugo de naranja para que coma algo antes de tomarse esto. —Sacó una pastilla de su bolsillo—. Así el dolor disminuye.

Miré la bolsa y sin refutar la recibí. Saqué la comida y di un mordisco a la comida, no había querido ir a la cafetería en busca de comida, no quería hacer nada. El profesor Monroe estaba sentado a mi lado, comiendo lo que parecía ser un sándwich de atún.

—¿Sabía que pensar demasiado nos lleva a crear ideas erróneas? —inquirió cuando ambos acabamos de comer—. Cuando estamos solos y pensamos mucho, nos damos cuenta de las cosas que no tenemos y las personas que nos hacen falta. Pensar es nuestro propio castigo, nuestra mente nos tortura una y otra vez, nos recuerda las veces que fallamos, las personas que perdimos, y lo que no podemos tener.

—¿Por qué lo dice?

—Está pensando mucho, Duval —me observó por unos breves momentos—. Siempre la miraba a usted y a la señorita Foster aquí. Ambas charlaban y se reían a carcajadas. Ahora ella se ha ido y usted sigue aquí.

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora