Capítulo 18

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Multimedia: Madison Beer - Dead

La soledad es capaz de dañar corazones, destruir sueños y deshacer ilusiones

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La soledad es capaz de dañar corazones, destruir sueños y deshacer ilusiones. Los días ya no eran como antes, ahora estaba sola en los recesos; sentada en la banca bajo el árbol, ya no había nadie esperándome en la clase de historia, o alguien aguardando en las salidas del instituto.

Ella ya no estaba.

Chloe estaba destruida, cuando la miraba caminar por los pasillos se mantenía cabizbaja y con los libros aferrados a su pecho, las ojeras adornaban su pálida piel y el dolor se reflejaba en su rostro. Anne seguía sin comunicarse y aunque mamá decía que tenía que darle tiempo al tiempo, esperar a que ella se sintiera mejor y no culpable por haberse ido. La espera por noticias me estaba matando y consumiendo; me sentía ansiosa, como si fuera una niña que esperaba el día de abrir los regalos de navidad.

—¿Estás bien? —inquirió Derek a mi lado.

Volteé mi mirada hacia él y recorrí su rostro. Debajo de sus ojos había algunas ojeras, sus ojos lucían cansados, como si desearan cerrarse para descansar. No sabía el motivo de sus desvelos o su cansancio, aunque algunas noches cuando no podía dormir lo llamaba y hablábamos por horas hasta que el sueño me vencía. Nos encontrábamos sentado en la banca en la que me sentaba con Anne, cada uno tenía sobre sus piernas la bandeja del almuerzo y ninguno de los dos parecía estar teniendo buenos días.

—He tenido días mejores. —Intenté sonreír, pero me salió una mueca.

Mi miró con cuidado.

—Ya escribirá o llamara —susurró—. Ten paciencia.

—Lo sé. —Suspiré—. Pero la espera se me hace eterna.

Asintió en respuesta y comimos en silencio. Cada uno sumergidos en sus propios pensamientos. Cada uno lidiando con sus propios demonios y miedos.




Existen millones de fobias y miedos, y mi mayor miedo era perder a las personas que amaba. Muchos le tienen miedo al olvido, pero no hacen nada para ser recordados, otros le tienen miedo a la muerte, la cual solo es un paso más que damos en algún momento.

—Cariño, ¿estás segura que no quieres ir? —cuestionó mamá desde la puerta de mi habitación.

Negué con la cabeza.

—Está bien. —Soltó un suspiro de resignación—. Cualquier cosa llámanos.

Asentí en respuesta y ella salió del cuarto negando con la cabeza. Observaba las fotografías que tenía junto a Anne. Mis padres iban a ir a una cena de negocios y me habían invitado, pero no quise ir.

Miraba cada una de las fotografías, las lágrimas hicieron su aparición y descendieron por mis mejillas, un nudo se creó en mi garganta y mi pecho se contrajo. Había una foto que siempre voy a amar, estábamos las dos en casa de los abuelos con vestidos de princesas y coronas. En ese tiempo el Bullying no era tan fuerte. Teníamos unos siete u ocho años, ambas estábamos jugando y el abuelo nos tomó la foto. No mirábamos tan felices.

El recuerdo de un amor ©Where stories live. Discover now