Capítulo 60

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Lo que no te mata, te hace querer estar muerto.

—Seafret –Drown.

«—Layla, Layla, Layla

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«—Layla, Layla, Layla...—Canturreaba mi nombre una voz ronca y áspera, llena de maldad y crueldad. Mis manos y piernas temblaban, mi corazón martillaba mi pecho con fuerza y mi respiración era desenfrenada. Estaba sentada en la esquina de una habitación, mis rodillas estaban pegadas a mi pecho y mis manos las rodeaban. Todo estaba oscuro, y la voz, esa voz se escuchaba algo lejos.

Alguien estaba allí, no estaba sola, lo sabía, lo sentía, lágrimas calientes se deslizaban por mis mejillas, empapándolas; uno que otro sollozo escapaba de mis labios y el sabor de agua salada mojaba mis labios. Él estaba ahí, él me acechaba, él me quería lastimar.

—Layla, Layla, Layla...—Volvía a canturrear una y otra vez, su voz se escuchaba cada vez más cerca, más peligrosa.

Meneaba mi cabeza con frenesí, abrazaba mis piernas con fuerza y los sollozos aumentaban, sonaban con fuerza. Quiero despertar, quiero despertar, por favor...pedía una y otra vez, pero no lo hacía, la pesadilla aún seguía.

—Layla, Layla, Layla...—repitió, la voz se escuchaba cerca, muy cerca. Solté un sollozo y abracé con más fuerza mis piernas, mis manos ya dolían y mi cuerpo temblaba como una hoja de papel.

—No es real, no es real, no es real —repetía en voz baja, con los ojos cerrados y la voz entrecortada.

Unos dedos recorrieron mis brazos, su tacto se sentía como el fuego, quemando mi piel. Me encogí en el lugar, los sollozos y espasmos se adueñaron de mi cuerpo, tenía miedo, sentía terror y me costaba respirar, no podía hacerlo.

—Te tengo muñequita —susurraron en mi oído.

—¡No! —El grito salió con fuerza de mis labios. Dos manos se aferraron a mis brazos, levantándome del suelo y luego tirándome, el dolor se extendió por mi espalda cuando mi cuerpo impactó contra el suelo, un quejido de dolor escapó de mis labios, seguido de un sollozo.

Mis ojos se abrieron, Marcus, él estaba ahí, parado enfrente de mí. Intenté girarme, pero él no me dejo, me sostuvo por los hombros y se montó encima de mí, mis manos comenzaron a golpear su pecho con fuerza, gritaba para que se apartara, suplicaba, lloraba, pero él no se movía. Cuando sus labios tocaron la piel de mi cuello grité con fuerza, me removía debajo de él, no quería que me tocara, no quería.

Sentía asco, dolor y repulsión cada vez que sus manos recorrían mi cuerpo. No es real, no es real, esto no es real. Me repetía, pero, se sentía tan real, todo era tan real, que me era imposible diferenciar el sueño de la realidad. La risa de Marcus llenaba mis oídos, una risa llena de maldad y satisfacción, sus ojos me miraban con orgullo, con maldad. Una de sus manos impactó contra mi mejilla, la sangre inundó mi boca y el dolor se extendió por mi rostro.

El recuerdo de un amor ©Where stories live. Discover now