Capítulo 20

7.2K 756 148
                                    

Multimedia:  Halsey- Eyes closed

Fuertes punzadas atacaron mi cabeza al abrir mis ojos, mi garganta ardía cuando tragaba saliva y un quejido salió de mis labios

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Fuertes punzadas atacaron mi cabeza al abrir mis ojos, mi garganta ardía cuando tragaba saliva y un quejido salió de mis labios. Me senté sobre la cama y todo me daba vueltas, mi vista estaba borrosa y cerré mis ojos con fuerza cuando una punzada de dolor atacó mis sienes. Abrí mis ojos despacio y cuando enfoqué la mirada, mis ojos se abrieron por completo de manera violenta. La imagen que tenía enfrente de mí, era la de una puerta marrón y al lado de esta estaba un televisor, además, que la pared de atrás era azul marino; y mi habitación no estaba pintada de ese color.

Me levanté de la cama asustada, como si tuviera pica, pica. Tenía una camisa de hombre puesta, mi cabeza seguía dándome punzadas y la bilis subió por mi garganta. Corrí hasta la puerta que estaba a mi lado izquierdo y entré en ella. Era el baño lo que tenía enfrente de mis ojos, los azulejos adornaban el lugar, había una ducha con puertas de vidrios y una bañera, me dirigí hasta el inodoro y expulsé de mi estómago todo lo que había en él. Bajé la palanca, di unos pasos y me apoyé en el lavamanos, alcé la mirada y observé mi reflejo. Unas grandes ojeras adornaban mis ojos y mi cabello estaba hecho un nido de pájaros, abrí la llave y lavé mi rostro.

¿Qué ocurrió anoche?

Los recuerdos de la noche anterior llegaron a mi mente como bombas; Arthur llegando a mi casa, los edificios abandonados, la imagen de Derek peleando, Arthur y Derek golpeándose, la discusión, la prueba, todo comenzó a llegar y la cabeza comenzó a doler aún más fuerte.

¡Mis padres!

Salí del baño y busqué mi ropa, no encontré la camisa, solo el pantalón y por ello me quedé con la camisa de hombre. Mis padres debían de estar preocupados, intenté prender el teléfono, pero no tenía batería. Me coloqué los zapatos y salí de la habitación, recorrí el pasillo hasta llegar a una sala.

—Despertaste —dijeron a mis espaldas.

Pegué un pequeño salto y ahogué un grito, volteé y Arthur estaba apoyado en una encimera de granito. Tenía una camisa blanca y su cabello estaba desordenado, sus ojos me recorrieron con pereza y mi pecho se contrajo.

Recordé el miedo que sentí en la prueba, como todo se movía con violencia y, sobre todo, que él me había hecho ir cuando no quería hacerlo. Di un paso hacía atrás y tragué saliva.

—¿Por qué no me llevaste a casa? —inquirí.

Alzó una de sus espesas cejas y se encogió de hombros.

—Imagine que no querías que tus padres te vieran drogada.

Bufé y negué con la cabeza.

—Me drogaste —mascullé y negué con la cabeza—. Me drogaste para hacer una estúpida prueba.

—Lo hice —admitió sin el más mínimo remordimiento—. Debías estar borracha o drogada para que la hicieras.

—¡No estaba en mis cinco sentidos, Arthur! —bramé y él se tensó—. ¡Ni siquiera hice eso porque quería, sino porque estaba drogada y me lanzaron a la deriva!¡Pude haberme caído y solo dices eso!

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora