Capitulo 11: Mi gran ídolo

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— Nena, ¿podrías decirnos dónde fue que estuvieron con el niño y tú antes de que lo perdieras de vista? — Preguntó un oficial.

Llevaban alrededor de 15 minutos buscando al niño por toda la zona de comidas sin éxito, a estás alturas probablemente ya se habría ido a otra parte de aquel inmenso lugar.

— Eh... Eh, pues estábamos hablando con unos niños y de repente vimos una multitud yendo hacia la planta baja, sólo me dí la vuelta un segundo y ya no estaba... — Decía cabizbaja.

— Creemos fue hacia la zona de luchas para ver a uno de los luchadores, pero no nos permiten entrar sin formar la fila.

Explicaba Hanji al oficial. Lo más lógico sería que Eren, dejándose llevar por la emoción de ver a su ídolo fuera junto a ese grupo de gente y al ser tan pequeño colarse con éxito.

— Entiendo. Denme un momento para hablar con unos de mis compañeros que custodian de la zona... — Comento antes de acercarse a hablar con su bocina.

— Hanji, ¿Eren estará bien, verdad? — Preguntó.

La pequeña no le soltó la mano a Hanji en ningún momento, estaba tan asustada y preocupada que parecía al borde del llanto. Parecía sentirse culpable.

— Lo estará, no te preocupes, sabes que Eren es un poco... impulso. No llores, estoy aquí contigo y lo encontraremos juntas ¿Está bien?

Con sus diminutas manitas, Mikasa limpio aquella lágrima que amenazaba con salirse de sus ojos y asintió levemente, creyendo en las palabras de la mayor.

Bastaron segundos para que Levi volviera junto a ellas y el oficial.

— ¿Nada? — Procedió a preguntar Hanji.

— Nada. — Afirmó — Busque a lo largo de esta planta y la de arriba, incluso le pregunto a algunos de los trabajadores y no lo han visto.

— Papi, ¿creés que ha Eren le haya pasado algo por mi culpa?

— Esto no es culpa tuya, hija.

Dijo él, procediendo a cargar a su pequeña hija entre sus brazos, quien al instante se oculto entre su pecho con sus ojos llorosos. Por más que intentaba mantenerse sereno, no podía teniendo terribles ideas de lo que le pudo haber pasado a Eren y la lentitud con la que actuaba ese estúpido policía lo ponía cada vez más tenso.

— Es cierto, no es culpa de la niña lo que ocurrió con el niño. — Escuchó decir al hombre, ganándose al instante la mirada de ambos adultos y la niña.

— ¿Qué quiere decir?

— Exactamente lo que escuchó señora, que ustedes no sepan controlar a sus hijos es su culpa. Esto es un centro comercial, no una guardería, para la próxima si planean traer a sus niños deberían traerlos con correa.

— Es un centro público, además los niños no son mascotas. — Respondió el hombre, expresando con esa mirada la poca paciencia que tenía.

— Hay un exceso de gente en el centro, mis compañeros están muy ocupados como para ocuparse en buscar al niño, les recomiendo ir a la comisaría y...

Y el la paliza en el rostro no se hizo esperar. El oficial, quien parecía estar subido de peso y en sus cuarentas perdió el balance ante el impacto por lo que cayó al suelo, pero no pudo ni siquiera responder al dolor, ya que había vuelto a ser tomado por la camisa.

— ¿Qué pretende diciéndonos todo esto? ¿No creé que estamos lo suficientemente preocupados como para escuchar los regaños de un tipo como usted... — Se detuvo para mirar la placa del hombre— Dave.

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