Capitulo 15: Prejuicios

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Procurando hacer el mínimo ruido posible, cerró las cortinas con dibujos de autos para impedir cualquier rayo del sol de la tarde irrumpiera en la habitación. No quería despertarlos, por la simple razón de que ya había sido un reto dormir al pequeño dueño de la recamara.

Su mirada se movió nuevamente hacia los niños durmiendo en aquella cama en forma de auto rojo, apesar de que fuera únicamente para uno, Mikasa no era lo suficientemente grande como para no caber en la cama.

Eren era un niño demasiado inquieto, no estaba acostumbro a tratar con niños más allá de su pequeña. Pero, admitía que estar cerca de él le causaba un sentimiento de tranquilidad curiosamente. Era increíble ver como mientras el niño dormía parecía tan pacífico, lo cual era irónico.

Tras acomodar la manta de lana sobre los niños, le dió un beso de buenas noches a su pequeña hija.

En cuanto se separó de ella, se detuvo breves instante para mirar al niño. Bajo aquellos grisáceos ojos fríos, había una persona en duelo consigo mismo y donde predominante era la incógnita de si debería de hacer lo mismo con él.

Quería hacerlo, pero lo sentía incorrecto. Apesar de tener a su propio hijo frente a él, se sentía como si estuviera en otra parte del mundo. Odiaba sentirse de ese modo, y detestaba más la idea de que puede que siga siendo así por toda la vida.

Su ceño su frunció ante la mera idea.

Finalmente, lo último que hizo, fue colocar su pálida mano sobre la cabellera castaña del pequeño, como el único método de transmitir sus buenos deseos para Eren.

Tras apagar el último rastro de luz, salió de aquella habitación procurando ante todo el sigilo. Sin embargo, en cuanto la puerta fue cerrada él se mantuvo frente a ella con su mano todavía en la perilla. Pensando y a su vez, divagando de un incierto futuro.

— ¿Ya se durmieron?

Su mirada perdida en la madero fin, perdió cualquier rastro de Juicio para primero dar con el suelo y luego con la dueña de aquella voz. Portando nuevamente aquella mirada de persistente seriedad en su pálido y fino rostro.

Únicamente asintió como respuesta.

— Gracias. — Volvió a decir— Es un reto mandar a Eren a dormir una siesta.

Se detuvo por breves instantes para grabar su imágen, su rostro se veía más tranquilo y no parecía tener rastro de fatiga o algo similar a comparación de hace unos minutos.

— Está bien. — Respondió con aquel tono agrio característico suyo, para luego volver a hablar— ¿Cómo te sientes?

— Estoy bien. Sólo debí tomar algunas pastillas, no es nada de que preocuparse.

— ¿Nada de que preocuparse? Estabas pálida hace rato. — Insistió.

Hanji se detuvo por breves instante a mirar la taza de cocoa en sus manos, tal como si pensará en sus propias palabras.

— Últimamente he estado muy estresada por el trabajo, no te preocupes. — Finalmente soltó.

Sintió los ojos cafés de la mujer analizarlo en busca de algún rastro que expresará que Levi se había tragado alguna parte de su excusa, cuando era seguro que no era así. Algo pasaba con ella, era evidente.

Pero aún así, prefirió no decir ni una palabra. Era mejor ser paciente y ver hasta dónde llegaría esa mentira.

— Queda un poco de té en la alacena, ¿quieres un poco? — Preguntó en cuanto el silencio del hombre amenazó ser permanente.

Levi accedió. No había hecho falta indicarle cómo esperaba su taza de té, ya que ella lo debía de saber perfectamente.

Mientras esperaba por el té, se dispuso a recoger parte del desorden obra de los niños que jugaban hace unos minutos en la sala. Lugar que ahora estaba invadido por crayones y papel lleno de rayones.

Viejas heridas Where stories live. Discover now