Capítulo 26: Fuga

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Sus piernas, las cuales estaban cubiertas con unas delgadas medias blancas, se movían de arriba a abajo con dejes de inquietud. Aunque intentará distraerse con aquella muñeca que descansaba en la silla a su lado, no podía evitar ver a sus alrededores cada minuto que pasaba.

El frío comenzaba a ser abrumador, el silencio del pasillo y la sala de espera la hacía sentirse impaciente. A pesar de que el lugar en donde se encontraba no tenía ventanas descubiertas, podía darse cuenta que la lluvia aún persistía, por el leve sonido de las gotas impactando contra el techo.

Su mirada pasó de la estética televisión a un hombre de vestimenta casual, quien caminaba de un lado a otro sosteniendo un teléfono con tapa en su oreja.

“¿Por qué tarda tanto papá en llegar, señor Henning?” — Preguntó, en cuanto el hombre colgó la llamada tras cerrar su teléfono.

“Debería de haber llegado aquí hace más de media hora.”

Inconscientemente, el hombre de piel morena y cabello castaño con aquella expresión de firmeza, miró a la puerta, acción que imitó la niña.

Bien tenían una ventaja considerable en el caso, tomando en cuenta la ausencia de la madre respecto a la crianza de la niña. Sin embargo, aquello podría ser simplemente en vano si él no se aparecía. 

“Mikasa, ¿por qué tu padre no vino contigo antes?” — Preguntó el hombre.

“Estabamos con Armin en su fiesta de cumpleaños, pero él se quedó con... Hanji.” — Mencionó aquel nombre cabizbaja, viendo sus zapatos detener el movimiento.

“Intentare llamar a Mike, tal vez él sepa algo.”

El hombre estaba por sacar el teléfono por enésima vez de su impecable pantalón de tela, cuando la llegada de dos mujeres lo hicieron detener el movimiento.

“Cariño, ya debemos entrar, ven conmigo.” — Decía Lynne, invitando a la niña a tomar su mano.

“Papá todavía no llega, él dijo que estaría aquí conmigo.” — La miró, suplicante.— “Por favor... Esperemos un poco más, seguro que por la lluvia se retraso, por favor mamá.”

En su rostro se reflejo el conflicto que llevaría cumplir aquella petición, tras un segundo de silencio la mirada avellana de Lynne pasó a la mujer a sus espaldas.

“El juez nos está esperando.” — Le afirmó la mujer.

“Lo lamento, Mikasa. Tal vez tu padre se ocupó con algo más...”

La desilusión flaqueó en su rostro. Dudosa de sus pasos, se acercó a tomar la mano de su madre bajo la vigilancia de los adultos en la sala. Por última vez, antes de entrar a aquella intimidante habitación, miró la entrada, tal como si por arte de magia su padre aparecería por esa puerta. Mas no fue así.

Cada paso que daba se sentía tan pesado y frío, su padre le prometió estar allí con ella y él siempre cumplía sus promesas. No comprendía qué podría haber pasado como para que él la hubiera olvidado.

[...]

La noche había llegado, la lluvia aunque había bajado en severidad, todavía gotas de llovizna caían en la ciudad. Un par de horas habían pasado desde que Eren cayó en la resbalosa tierra húmeda, tras escuchar aquella conversación en la que no debió estar presente.

En un inicio, esperaban que él se encontrará en alguna parte del parque, pero la ruta que había tomado como huida era una vía directa a la ciudad.

La angustia incrementaba con cada segundo que pasaba, especialmente para ella que comenzaba a sentir la angustia en los pasos que daba por los alrededores de la ciudad.

Viejas heridas Where stories live. Discover now