Capitulo 32: La última vela

222 29 1
                                    

El sol de la tarde los había escoltado con sus ligeras brisas durante el trayecto al distrito Hermina. Aquel lugar se encontraba localizado a las afueras de la capital de Sina, precisamente en el campo y alejado del ajetreado movimiento de la ciudad. Rodeado de árboles, hierba de gran tamaño y variedades de girasoles que bailaban con delicadeza al ritmo que el viento próximo a la noche les propinaba.

A pesar de la considerable distancia desde la capital hasta el distrito, habían llegado apenas y cuando la luna blanca apareció junto a su ejército de estrellas que la escoltaban para decorar el cielo, el cual era más apreciable en el campo.

Al llegar una enorme reja los recibió junto a un hombre encargado de custodiarla, el cual se acercó en cuanto notó a aquel auto.

— Buenas noches, ¿tiene alguna autorización para ingresar?

La ventanilla bajó hasta la mitad de su límite, mostrando un rostro tosco y apático de cualquier emoción. Evidentemente, no tenían ningún permiso.

— Somos invitados de la señora Kiyomi, señor. — Se adelantó a responder Hanji, quien iba junto a él en el asiento a su derecha.

El hombre únicamente asintió, alejándose del auto para abrirles paso a la vereda lisa que daba a la entrada del lugar. El vehículo siguió su camino, hasta llegar al asfalto que daba a la escalera de cerámica blanca al interior de la mansión.

— Sabía que vendríamos. — Comentó una Hanji pensativa, viendo a Levi desajustar su cinturón de seguridad.— Levi, ¿conoces a esa mujer Kiyomi?

— No, pero he oído hablar de ella.

— ¿Es de fiar?

El ceño fruncido del hombre se tenso ante la intriga.

— No lo sé, ¿conoces a los Azumabito?

— ¿Azumabito? — Repitió con incredulidad.— Bueno, he oído sobre ellos en las noticias, hasta donde sé, son hijos de pioneros que heredaron una gran fortuna y han creado una empresa petrolera. Pero... ¿qué tiene que ver eso con Lynne? ¿Acaso es parte de esa familia?

Levi asintió.

— Kiyomi Azumabito y la madre de Lynne heredaron esa empresa. No sé qué intenciones tendrá esa mujer. Tú estuviste con Lynne en la escuela, ¿cómo es que no lo sabías?

— Tal vez porque lleva otro apellido. — Dijo con ironía.— Además, Lynne era un par de años menor que yo. No nos frecuentábamos mucho a decir verdad.

El azabache chasqueó la lengua, sosteniendo el volante con el ceño fruncido y la vista atenta a la puerta de madera blanca que daba entrada a la mansión con tal viveza que parecía esperar que algo ocurriese sin tan siquiera haber salido del auto.

— Entraré y tú te quedarás aquí, en caso de tardar más de diez minutos dentro, toma a mi hija y llévatela contigo.

— ¿Qué? ¿Y qué hay de ti? — Bajo la fulminante mirada de Levi, prosiguió.— La ciudad está a más de dos horas en auto de aquí, estás idiota si piensas que te voy a dejar.

— Me las arreglaré. Lo único que me importa ahora es la seguridad de Mikasa y la tuya, así que haz lo que te pedí.

Viendo de reojo a la mujer, finalmente acercó su mano pálida a la puerta del vehículo para salir. No sin antes añadir con firmeza.

— No la lleves al departamento.

Sosteniendo la incertidumbre en su rostro, Hanji vio al hombre salir del auto tras cerrar la puerta. A pesar de ese sentimiento de preocupación que sentía, planeaba quedarse en el auto hasta que el momento lo ameritaba. Sin embargo, en cuanto vio a Levi revolver algo en el interior de su abrigo oscuro, sus ojos se abrieron y ella descendió del auto.

Viejas heridas Where stories live. Discover now