Extra

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7 enero del 2019

Un joven castaño de cabellos largos amarrados en una descuidada coleta y de atlética figura, usando un elegante smoking en tonos oscuros caminaba despacio en aquella habitación de paredes blancas y suelo repleto de juguetes infantiles.

El lugar era un caos, desde rastros de plastilina tirados en el suelo o las paredes hasta el techo con una diminuta mancha de polvo con forma de una diminuta mano ahí, ¿cómo pudo llegar al techo? se preguntaba.

— Deja de jugar, papá vendrá en unos minutos y no te has puesto los zapatos. — Decía un Eren de diez y ocho años de edad, buscando con preocupación de un lado a otro algún rastro.

— Dame dulces. — Una infantil voz le respondió, escondida en algún sitio de la habitación fuera del alcance del joven.

— Ya te dije que no, es muy temprano.

Desesperadamente, buscó de un lado a otro oyendo como aquella voz reía ante sus fallidos intentos por encontrar su rastro. Pudo escuchar sus diminutos pasos corriendo, fue en un instante en el que pudo ver movimiento detrás de una caja y con una sonrisa triunfante, se acercó con cautela encontrando nada más que un simple vaso con forma de oso.

— Oye, hablo en serio, no seas...

No alcanzó a terminar su regaño, porque se terminó tropezando con una pelota plástica y cayó al suelo justo por encima del polvo infantil, dejando su rostro totalmente blanco.

Eren maldijo a lo bajo, finalmente topándose con una figura plantada firmemente delante suyo viéndolo de forma despectiva.

Allí, justo enfrente se encontraba un elegante Levi vistiendo un traje Botongs en tonos oscuros y un cabello perfectamente peinado

— Eren.

— ¡Papá! — Exclamó, levantándose al instante.— Estaba buscando a...

Pasándole sobre su espalda, una pequeña niña de tres años salió de entre las cajas. Su cabello era azabache liso y largo hasta su espalda, y piel blanca como de muñeca de porcelana, usando un hermoso vestido blanco. La viva imagen de Mikasa en su infancia y la razón por la que Hanji creía que los genes Ackerman eran más fuertes en niñas, omitiendo los ojos cafés como el único rasgo de su ella en su hija.

— ¡Papi, papi, papi! — Exclamó la niña, corriendo a los brazos de su padre.

— Kuchell.

Recibiendo al infante en brazos, ella lo abrazaba con alegría. Poco después llegó un Armin vistiendo un traje grisáceo, mostrándose más alto y de cabello más corto que en su adolescencia.

— ¿Por qué no estás lista todavía? Su madre lleva preguntando por ustedes desde hace una hora. — Levi miró de reojo al joven que se levantaba del suelo.— ¿y dónde está Mikasa?

Sacudiendo sus ropas con el ceño molesto, Eren respondió vagamente.

— Ah... no lo sé.

— La vi hace rato en el lobby, estaba con tu mejor amigo, Eren. — Le respondió Armin entre risas, causando aún más molestia en el chico.

— Ese imbécil no es mi mejor amigo, de todas formas... ¿quién lo invito?

— Mikasa lo hizo, tía Hanji le permitió traer dos invitados. — Aclaró, sosteniendo una caja de zapatos diminutos ahora viendo a la niña.— Traje tus zapatos, Kuchell, ¿quieres ponértelos ahora?

— ¡Sí, hermano!

Como si hasta hace unos minutos no estuviera peleando con Eren, levantó sus brazos en dirección al rubio para que la cargará y la llevará a una pequeña silla para que se pusiera sus zapatos.

Viejas heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora