Capitulo 30: Pena

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— ¿Qué? — Expreso con perplejidad, viendo la palma pálida del hombre frente a él.

El menor se detuvo a analizar las finas facciones faciales del hombre, denotando en su siempre temple inexpresivo y aquellos ojos frívolos cual hielo. No había rastro alguno de que estuviera jugando con él o poniéndolo a prueba, de igual forma no comprendía razones, ¿de verdad quería que lo golpeará?

— Hazlo. — Repitió con firmeza.

Levi apreció como la incertidumbre que había suavizado el rostro del niño ahora se arrugaba ante sus incitaciones, parecía volver a su postura iracunda y no pasó más que un segundo hasta que su puño hizo contacto con la palma de su mano.

Demasiado débil.

— ¿Eso es todo? — Expresó con cierta molestia, haciendo al niño fruncir con más fuerza su temple y replicar otro golpe igual de suave.

— ¡Todo es tu culpa! — Exclamó nuevamente, levantando sus puños a la altura de sus hombros en posición de combate.— Si no hubieras aparecido todo seguiría igual.

Golpeó otra vez.

— ¡Hubiera preferido nunca haberte conocido y de haberlo hecho haberte encontrado muerto! — Enunció con una voz que amenazaba con quebrarse.

Otro golpe más.

— ¡Eres un mentiroso! ¡Un maldito mentiroso que sólo estuvo jugando conmigo y mi madre!

Las primeras lágrimas de coraje emanaban de sus grandes y expresivos ojos verdes, los cuales se habían mantenido humedecidos hasta ese momento.

Todavía no, pensaba Levi viendo la pequeña figura frente a él, apretar con mayor fuerza su puño. Eren estaba cansado, lo podía notar, pero tenía que esperar un poco más.

— ¡Me mintieron en la cara y no les importo! Y yo... — Un sollozo se escapó de su garganta.

— ¿Eso es todo? ¿Ese es todo el odio que tienes hacía mí? — Enunció palabra finalmente, en cuanto Eren flaqueó.

Y el último golpe cayó, creía recibir un golpe frágil por el golpe de emociones que había expulsado. Al contrario, a diferencia de los anteriores golpes, aquel había denotado firmeza y aunque no era lo suficiente como para lastimarlo, para la edad que tenía el niño, era fuerte.

Por un instante, se vio a si mismo reflejado en Eren. Molesto, iracundo, confundida y llevado por la adrenalina del momento. Era como verse a sí mismo a su edad bañado en la impotencia.

El castaño cayó al suelo de rodillas, cediendo ante el llanto incesante y luchando contra sus propios sollozos.

Levi se puso de cuclillas, colocando su mano sobre el hombro del menor, quien cubriendo con sus pequeñas manos sus ojos lo miró lloroso. A su vez que luchaba con su propia respiración alterada.

[...]

Cubierto únicamente por aquella manta de lana carmesí, le dió otro sorbo a su taza de chocolate caliente mientras seguía acurrucándose en el sofá con la vista en la caricatura que daba en el televisor, dejando escapar otro vago bosteza en su somnoliento rostro.

Se había tranquilizado, aunque en su cara todavía habían rastro de lágrimas que habían dejado humecedias sus mejillas.

Levi se había encargado de vigilarlo en silencio desde la cocina, sin dar palabra alguna. Claro, hasta que la puerta fue abierta de golpe.

— ¡Ya volví! — Exclamó Hanji, ganándose una mirada de reproche por parte del hombre al haber golpeado su puerta contra la pared con tanta fuerza.— Traje los medicamentos, oye Levi, Moblit me trajo buenas noticias de la oficina.

Viejas heridas Where stories live. Discover now