Capítulo 27: Recuerdos en la pared

295 46 11
                                    

Había tratado con personas con cuadros depresivos un par de veces en su vida, reconocía que estas personas podían desde descuidar su propia higiene hasta su propio entorno. Se preparaba para ver algo así, mas en cuanto cruzó aquella puerta se topó con lo contrario.

El piso estaba tan bien pulido y reluciente que por un instante sintió su propio calzado amenazar con resbalar, las paredes estaban blancas e inclusive el techo no conservaba ni una sola impureza.

Habían algunas cajas apiladas perfectamente en algunos rincones de la sala, junto a algunos juguetes bien acomodados sobre una mesita. Era extraño, aquel escenario agrio y con un relajante aroma de pino, era típico en personas que recién se mudaban de sus residencias.

“¿Qué es lo que quieres?” — Preguntó Levi, recién se quitaba el pañuelo que cubría su nariz y su boca durante la limpieza.

Por el contrario, a simple vista podía ver al mismo hombre con cara de limón agrio. Hubo un tiempo en el que creyó tener una relación cercana con Levi y creía poder reconocer algunas de sus facetas, habilidad que con el tiempo y la dificultad los convirtió en desconocidos.

Parecía aparentar neutralidad con aquella dureza en su frívolo rostro y ceño fruncido. Aunque eran propios ojos los que se encargaban de negar su postura glacial.

“No vengo a pelear, si es lo que piensas. Vine porque quiero hablar contigo.” — Respondió Erwin certeza.

“¿Y de qué se supone que deba de hablar contigo? Nadie más que tú debe de estar satisfecho por toda esta mierda.”

Bajo la hostil mirada del hombre, Erwin tomó asiento en aquel sofá cubierto por aquella capa protectora e invitó a Levi a sentarse a su lado. Pero él optó por simplemente recostarse en la pared, en espera de sus palabras.

“¿Te estás mudando?” — Preguntó, dando un vistazo a aquel rincón de cajas apiladas.

“Tch, déjate de rodeos, Smith. Habla de una vez, no tengo tiempo para esto.”

“Oh, claro.” — Enunció, volviendo a su postura firme.— “Ire al grano, vine aquí para hablarte de Eren y sobre lo que pasó.”

La hostilidad flaqueó por un instante, podía ver en los ojos grisáceos del hombre como él mismo recordaba aquel suceso ocurrido en el hospital hasta hace tan sólo cuatro días atrás.

“Es sólo un niño, no sabe lo que dice.”

“Lo sé.” — Su mirada pasó del suelo al hombre, volviendo a verlo simulando neutralidad.— “Y supongo que trajiste tu estirado culo aquí para recordármelo.”

“No. En realidad, yo quería darte las gracias.”

Al notar la intriga en los ojos rasgados del hombre, aclaró la sinceridad en su rostro y la franqueza en su tono de voz.

“Ayudaste a Hanji y protegiste a Eren, de no haber sido por ti esto habría acabado diferente.”

“No me lo agradezcas, es mi hijo, era lo menos que podía hacer por él.”

Un breve silencio se formó en la sala, únicamente llenado por el casual gotear del fregadero. Levi sólo se dedicaba a mirar el suelo recién pulido, ignorando la persistente e intensa mirada azulada del rubio en el sofá.

“Volvera el lunes a la escuela, lo revisaron hace unos días y todo está bien. Supuse que deseabas saber su condición.”

“Bien.” — Dijo con una expresión que podía definirse como alivio.— “¿Y Hanji?”

“Esta bien hasta donde puede, pero...”

Sus palabras se detuvieron por un instante, en cuanto Levi apartó su mirada hacia él, podía notar gramos de desconcierto reflejado en su mirar.

Viejas heridas Where stories live. Discover now