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Un sentimiento amargo envolvió a Noa mientras apuraba su vaso de vidrio, observando desde su rincón la pista de baile donde la nueva pareja de recién casados bailaba tiernamente. Los invitados soltaban un "Oww" cada vez que la pareja se sonreía, como si estuvieran inmersos en el mejor día de sus vidas. Noa apartó la mirada y se sumió en el ardor del alcohol deslizándose por su garganta. ¿Qué tan cínico podía ser Oliver para invitar a su ex novia a la boda un año después de la ruptura? Aparentemente, mucho. ¿Y qué tan absurdo se tenía que ser para aceptar la invitación? Más de lo que Noa estaba dispuesta a admitir.

-¿Otra?- preguntó Harry. Su rostro, marcado por el sudor, las pupilas dilatadas y el ligero despeine de su cabello castaño, delataban lo borracho que estaba. El aliento que escapaba de su boca era puro alcohol. Habían perdido la cuenta de la cantidad de vasos que llevaban.

Noa asintió con la cabeza, cediendo ante la tentación. Harry inclinó la botella sobre el vaso de vidrio, vertiendo un torrente de ron hasta que Noa tuvo que intervenir con una mano para detenerlo.

-¿Quieres que me dé un coma etílico?- exclamó Noa, horrorizada por la cantidad de alcohol que ahora llenaba su vaso.

-¿Eso existe?- La pregunta de Harry provocó risas en Noa, aunque la situación no fuera divertida. Producto del alcohol- Noa, fuiste tú la que insistió en que te acompañara para ayudarte a ponerte borracha.

-¿Yo dije eso?- preguntó Noa, desconcertada.

-Bueno, no, pero yo lo entendí de esa manera- se justificó Harry, a lo que Noa puso los ojos en blanco- Es lo que yo haría en la boda de mi ex.

Noa lanzó otra mirada amarga a la pareja que caminaba de regreso a la mesa principal, tomados de la mano y deleitándose con la atención que recibían. Una sonrisa se dibujaba en sus rostros, disfrutando del momento. Durante tantos años, Noa había anhelado ser esa mujer con el vestido blanco, abrazada de Oliver. Le había entregado todo a él: su virginidad, su inocencia, su juventud, y él lo había tirado todo por la borda. Con Stella, no le había costado más que seis meses para pedirle matrimonio.

-Tal vez mi destino es ver al amor de mi vida casarse con alguien más y yo conformarme con migajas- expresó Noa, a lo que Harry la miró burlonamente. Ella le propinó un suave golpe en el brazo- Hablo en serio.

Resopló mirando el alcohol en su vaso. Pensó en la cantidad de veces que Noa había hablado con Oliver sobre casarse y cómo, en cada una de ellas, él había eludido el tema hasta que terminaban. Y cuando Oliver la veía con alguien más, ante la posibilidad de perderla, le prometía que se casarían, le repetía insistentemente que ella era el amor de su vida, le rogaba volver con él. Noa no conocía otra cosa que no fuera Oliver desde los trece años, por lo que no podía negarse cuando Oliver se ponía de rodillas y le lloraba. Nunca entendió que aquello no era normal.

Se preguntaba si todo lo que la había hecho pasar era igual para Stella. ¿También la manipulaba llorando? ¿También le gritaba cuando las cosas no salían como él quería? ¿También...

-No creo que eso sea lo que suceda- Harry interrumpió sus pensamiento obsesivos- Simplemente, Oliver no era para ti. Ya encontrarás a alguien.

-Lo que no entiendo es por qué me está tomando más tiempo que a los demás- se quejó. Se sentía desconsolada, y la situación en la que estaba no ayudaba en lo absoluto. Quería salir de ahí de una vez por todas, llegar a casa, quitarse ese maldito vestido que su mamá había insistido en comprar,  ya que ella no podría gastar esa ridícula cantidad aunque quisiera, y escribir hasta que le doliera la mano. Era su mejor manera de desahogo, tal vez la única que conocía desde niña.

-Debí decirle a mi mamá que no vendría, que no me interesan los negocios que tienen con los Hawthorne- dijo Noa, inclinando el vaso con desgano.

-Tu padre se volvería loco- dijo Harry- Esta boda les costó una fortuna a los Hawthorne, y por supuesto quieren demostrarle a los Spencer que son mejores que ellos en todo.

My museWhere stories live. Discover now