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Martes por la noche y Noa se encontraba sola frente a su escritorio, escribiendo frenéticamente desde hacía más de dos horas. Harry estaba en su segunda cita con Jonathan, y ella, decidida a no dejarse deprimir en su cama, prefería escribir. Cerca de las once, cuando el nudo en su garganta era casi insoportable, se levantó de su escritorio, con las extremidades entumecidas, y estiró la espalda. Antes de tomar las llaves del coche, echó un vistazo rápido a su celular. El único mensaje era de Oscar, pero ni siquiera le prestó atención.

A solo cinco minutos de su apartamento se encontraba una licorería, a donde se dirigió. Compró una botella de vodka y regresó a casa. Una vez frente a la computadora, revisó con ansiedad su celular, pero no había respuesta a sus plegarias. No desde ayer. Suspiró sonoramente y dio un trago directo a la botella de vodka, permitiendo que le quemara la garganta, el esófago y el estómago.

Escribió, tonteó, puso música y bailó con la botella en la mano, dando largos sorbos, y cuando se cansó, se dejó caer sobre la cama. Todo le daba vueltas, y tuvo que cerrar los ojos, pero fue aún peor, sentía que la cama giraba debajo suyo.

Deseó volver el tiempo atrás, al día en que Tom la llevó a la casa de verano, solo ellos dos, cuando nada más importaba ni nadie. Quería volver a hacer el amor en el lago, y luego ir a cenar a donde solían ir de niños, darle un beso bajo la lluvia y dormir con él. Lo amaba tanto que la simple posibilidad de perderlo la hacía sentir que moriría.

Oscar tenía razón. Era muy mala para beber.

Se puso de pie, y tuvo que tomarse unos segundos antes de caminar porque todo le daba vueltas. No fue hasta que dejó la botella sobre la barra que se dio cuenta de que había tomado la mitad por su cuenta. Miró la hora, la una de la mañana. Con seguridad oprimió el número de Tom, y no fue hasta el último timbre de la llamada que contestó.

-¿Tom?- preguntó ante el silencio, lo único que escuchaba era su respiración.- Sé que estás ahí.

-Es la una y veinte, Noa- soltó un quejido, su voz era profundamente ronca, lo había despertado. ¿Cómo podía dormir? ¿Era ella la única idiota que no podía ni conciliar el sueño por la ansiedad de lo que sucedería con ambos? Noa sintió el impulso de colgar, pero se contuvo.  -¿Qué pasó?

Noa suspiró, y se mordió el labio inferior con fuerza, antes de por fin hablar.

-Te extraño, Tommy- confesó, sintiendo la ligereza propia del alcohol en todo su cuerpo- Sé que solo ha sido un día, pero... 

-¿Estás borracha?- la interrumpió sin delicadeza. Su agarre contra el celular se tensó ante el tono molesto de Tom. No respondió hasta que volvió a llamarla- Noa.

-No- mintió. No estaba acostumbrada a que Tom le hablara tan cortante y fríamente. Eso solo podía decirle lo molesto que estaba con ella. Le recordaba tanto a los tiempos en los que no se llevaban bien, cuando aún él estaba con Jessica...

-Sí, claro- respondió Tom con sarcasmo. Noa apretó los dientes. Hubo un silencio entre ambas líneas hasta que lo escuchó resoplar. - ¿Está Harry?

-No- respondió con tono desconfiado.

-De acuerdo, voy para allá- dijo Tom. Hubo ruido tras decir eso.

-De todos modos, Harry ya lo sabe- se le salió decir, y escuchó el ruido del otro lado detenerse súbitamente.

-¿Qué?- cuestionó Tom- ¿Se lo dijiste?

-Te lo cuento cuando llegues- dijo Noa. Tom murmuró en asentimiento y colgó la llamada.

Noa maldijo para sus adentros. Se había excedido con el alcohol, y ahora tenía que hablar con Tom seriamente. No estaba segura si sería capaz. Lo que más temía era que en el estado en el que estaba, se echara a llorar antes de poder articular palabra alguna.

My museWhere stories live. Discover now