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Tom se puso de pie cómo un resorte y se dirigió a la alberca dándole la espalda a Noa. Todavía intentaba comprender qué demonios acababa de suceder. Sin dudarlo, Tom se lanzó al agua en un clavado perfecto, salpicando a todos. Estuvo unos cuántos segundos sumergido, antes de nadar a la superficie, peinando hacia atrás su cabello rubio.

-Hey- llamó Oscar, recargándose en la orilla de la alberca con una sonrisita maliciosa- ¿Nos escapamos al lago?

-¿Por qué estás roja, Noa?- interrumpió Rob, receloso.

-El sol- respondió rápidamente. Podía sentir su rostro hervir. Su cuerpo entero era una chimenea. Desvió los ojos de la mirada acusadora de su hermano, temiendo que su expresión la delatara.

-¿Vamos o no?- insistió Oscar. Observó a Tom con curiosidad. Este nadó hasta Aiden que descansaba en el borde de la piscina con los ojos cerrado hacia el cielo despejado. Tom habló y Aiden abrió los ojos con sorpresa de que alguien lo interrumpiera, nadie nunca lo hacía, simplemente se habían acostumbrado a su silencio.

-De acuerdo- accedió distraídamente. Oscar sonrió gustoso y con una flexión salió del agua fácilmente. Cómo si de un perro se tratara, se sacudió lanzando gotas de agua hacia Noa- Para eso existen las toallas, Oscar.

-Es más divertido así- dijo Oscar, pasó ambas manos por su cabello y lo revolvió- Ahora entiendo porque los perros son más felices.

Rob les gritó a Tom y Aiden para obligarlos a salir del agua, interrumpiendo la conversación que habían logrado mantener. Noa se preguntó de qué podían estar hablando. ¿Qué tantas palabras lograría Tom arrancarle a Aiden? ¿Qué tema en común podrían tener? En serio sentía curiosidad.

El sendero que llevaba al lago se internaba en un bosque. Para llegar, debías conocer el camino. Cuándo el camino se dividía en tres, debías tomar el camino a la izquierda y caminar por un kilómetro o más. Los hermanos eran capaces de llegar hasta dormidos. Era un ritual cada que visitaban la casa de verano.

Rob se retrasó en el sendero con Tom a su lado, conversando entre ellos. Noa no pudo evitar mirar con disimulo el agua escurriendo por sus pectorales salpicados de vello castaño oscuro. El vello cruzaba su abdomen en una perfecta línea media hasta la marcada V y se perdía en el traje de baño negro empapado. Dios, la manera en que se ceñía a sus muslos y a...algo más. Noa era capaz de revivir la sensación de sus labios sobre la hirviente piel del abdomen de Tom cuándo lo besó. Los vellos haciendo cosquillas en sus carnosos labios al llegar a la V que terminaba en su erección apretada en los bóxers. Unos profundos ojos azules la miraban con el iris perdido en el deseo que los oscurecía.

Noa sintió un cosquilleo en la parte baja de su propio abdomen que se irradió hasta su intimidad. Trató de centrarse en otra cosa que no fuera la gran presencia de Tom a sus espaldas.

Aiden caminaba lentamente en el medio, observando con detenimiento sus alrededores. El menor de los hermanos era un fanático de la naturaleza. Bastaba con visitar su habitación para saberlo. Por otro lado, Oscar permaneció en silencio junto a Noa, lo cuál había que admitir, le pareció extraño.

Podía sentir sus ojos miel puestos en ella cada cinco segundos. Intentaba penetrar en su cabeza, descifrar aquello que la mantenía absorta en sus pensamientos. Noa resopló.

-Noa- llamó con una delicadeza poco propia de él- ¿Qué te sucede?

-¿De qué?

-Es más que evidente que algo sucede- señaló Oscar-Tú no eres así de callada.

-No sucede nada- aseguró Noa, sabiendo la gran mentira que era eso. Oscar. Por supuesto, no se lo tragó. Si podía escoger a un hermano que la conocía mejor que los otros, escogería a Oscar.

My museWhere stories live. Discover now