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Tom guió a Noa, jalándola de sus manos entrelazadas, hacia la cocina. Lo observó, resplandeciente, más feliz de lo que nunca lo había visto.

-Me muero de hambre- se quejó él. La soltó y abrió el refrigerador mientras Noa se recargaba de la barra, sin dejar de mirarlo. Inclusive en su caminar daba pequeños saltitos.

-¿Qué vamos a cenar?- preguntó Noa. Escuchó a Tom refunfuñar mirando algo en el interior de la nevera antes de cerrarla de golpe y suspirar.

-¿Y si mejor vamos a cenar?- sugirió Tom con una expresión de niño consentido que hizo a Noa sonreír- El pueblo está a quince minutos.

-Me parece buena idea- coincidió ella a lo que Tom sonrió complacido. Había un explosión de fuegos artificiales cada que él sonreía.

-¿Crees que me dejen entrar así?- Noa se señaló a si misma, aún vistiendo el traje de baño cubierto por la larga playera de Tom. La miró de hito a hito y negó con la cabeza sin dudarlo.

-Vamos a cambiarnos- dijo Tom y una sonrisita se asomó en las comisuras de sus labios- Por favor, procura no distraerme demasiado porqué podríamos quedarnos sin cenar.

Noa soltó una carcajada y le dio un golpecito en el brazo. Él sonrió y se inclinó para besarla en los labios. Tom gimió, aliviado, sobre sus labios, deleitándose de su sabor y colocó su gran mano en la espalda baja de Noa.

-¿Quieres saber con qué estoy fantaseando?- murmuró él, sobre sus labios. Sin esperar una respuesta, estrelló sus labios contra los de Noa en un beso apasionado que dio entrada a su lengua. Ella jadeó y lo admiró con la boca entreabierta, sin aliento - Quiero follarte aquí mismo, sobre esa mesa hasta que la rompamos.

-Asi nunca vamos a ir a cenar- canturreó Noa, intentando mantener la compostura. Era difícil resistirse a los ojos de Tom mirándola con tanto anhelo. Deslizó una mano por sus pectorales y relamió sus labios. Solo hace veinte minutos, tal vez más, tuvieron sexo en el lago, y él no parecía estar satisfecho. Noa compartía el mismo sentimiento y no sería capaz de oponerse si la empujaba contra la mesa y cumplía cada una de sus palabras.

-Tienes razón- concedió Tom y algo de desilusión creció en Noa, pero debía ser razonable, tenía que comer algo después de no haber ingerido un solo alimento en todo el día.

Tom sujetó las muñecas de las manos de Noa en su pecho para obligarla a dejarlo de tocar. La miró retadoramente, como si quisiera que se opusiera y se lanzara a él, pero Noa no le siguió el juego esa vez. En su lugar, lo jaló hasta las escaleras para obligarlo a subir.

Conocía los cambios climáticos de aquella zona del país, como en las noches la casa se volvía un congelador, y por suerte había llevado un suéter consigo. No quería quitarse la playera de Tom ni espantar su aroma impregnado en su piel, así que, se limitó a ponerse la sudadera por encima y unos pantalones de mezclilla.

Le dio un último vistazo a su habitación, no la habían cambiado desde la ultima vez que estuvo ahí, hace un mes, cuándo perdió las esperanzas de que algún día Tom y ella pudieran estar juntos.

Para su sorpresa, encontró a Tom de pie junto a la puerta, apoyado contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho. Había cambiado toda su ropa por una playera blanca sencilla, una chaqueta de piel, y en lugar del traje de baño, una mezclilla. Se había tardado, ¿cinco minutos? Sin tanto esfuerzo lograba verse tan malditamente bien. Entendió porqué Jess estaba tan obsesionada con él.

No había pensado en Jess hasta entonces y su sonrisa flaqueó al mirar a Tom. Él frunció el ceño por el repentino cambio.

-¿Qué sucede?- cuestionó desconcertado. Noa negó con la cabeza, borrando a su amiga de su cabeza.

My museDonde viven las historias. Descúbrelo ahora