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Todo temor irracional desapareció una vez que Noa entró a la vieja gran casa y se cuestionó de dónde había venido en primer lugar ese miedo.

Estaba en un lugar seguro.

Se sentía segura.

Tom estaba ahí para acompañarla y para sostenerla si se desmoronaba, pero no parecía que eso fuese suceder. Se había equivocado.

La casa estaba en completo silencio, lo que le pareció extraño puesto que en presencia de sus hermanos, no existía la palabra tranquilidad o silencio.

Tom tenía razón. Aquella casa la hacía sentir cómoda, le brindaba paz, a pesar de la cantidad de recuerdos tanto buenos como malos.

-Cuidado con los botes de pintura- advirtió Tom, señalando dichos botes aún cerrados en el vestíbulo de la casa. Por estar viendo hacia otra dirección, Noa casi se tropezaba con ellos.

-No han comenzado la remodelación-observó Noa. La casa estaba igual a las semanas anteriores cuando la visitaron. Tal vez un poco empolvada pero eso era porque nadie la había limpiado desde entonces.

-Parece ser que no- respondió Tom. La había escuchado a pesar de haber dicho eso para si misma. Él siempre escuchaba- ¿Crees que tu madre la haga a pesar de...?

-No lo sé- admitió Noa. Si ella se sentía perdida con la muerte de su padre, no podía imaginarse cómo se sentía su madre con la muerte del amor de su vida. A veces se sentía una egoísta por no estar con ella, apoyándola, pero después pensaba, ¿quién la consolaría a ella?

-Iré a dejar esto- Tom levantó las bolsas de las compras y Noa lo siguió en dirección a la cocina. Se encargó de abrir las cortinas dándose cuenta de la profunda oscuridad.

-¿Tienes hambre?- preguntó Tom desde la barra de la cocina, sacando los productos de sus bolsas para guardarlos en sus respectivos lugares. Noa lo observó desde su lugar junto a la ventana. La paz que Tom irradiaba se implantaba en Noa agradablemente y la hizo sonreír ligeramente.

-En realidad, no- replicó Noa, acercándose a la barra sin dejar de mirarlo. Ni siquiera notaba los ojos soñadores de Noa puestos sobre él.

¿Así sería vivir con él?
Le gustó el sentimiento que imaginárselo le causó. Vivir en esa tranquilidad, donde no tenían que ocultarse de nadie o fingir ser alguien más.

Tom era una persona completamente distinta cuando estaba a solas con Noa. Era el verdadero Tom Hiddleston, el que fue su mejor amigo y su mayor confidente.

¿Qué era para Noa ahora? No estaba segura.

-¿Qué sigue en tu magnífico plan?- preguntó Noa una vez que él terminó de acomodar todo y se recargó en la barra. Había un brillo en sus ojos mientras la veía directamente con una sonrisita en los labios.

-Mi plan era estar contigo- dijo Tom- Pero si no te soy suficiente...

Noa bufó por el dramatismo y Tom sonrió, juguetón. Lo tenía muy cerca, tanto que podría besarlo sin esfuerzo alguno.

-Podemos ir a nadar- sugirió él.

-¿La alberca está limpia?- preguntó ella.

-¿Quién dijo que a la alberca?- Tom le sonrió y se inclinó hacia ella sobre la barra, apoyándose de sus brazos. Noa sostuvo el aliento y midió la cercanía en la que se encontraban, solo unos centímetros para que sus labios se tocaran- Espero hayas traído traje de baño, sino, lo harás desnuda.

- Eso te gustaría, ¿no es cierto?- eso salió de su boca sin que pudiera detenerlo. Tom enarcó una ceja y una sonrisa brillante apareció en su rostro. Noa pudo sentir la sangre concentrarse en su rostro.

My museDonde viven las historias. Descúbrelo ahora