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Horas más tarde, cerca de la madrugada, la tormenta cayó sobre la casa de verano de los Spencer. Noa se deslizó al interior de su cama con la ventana ligeramente abierta para dejar entrar un poco de aire fresco. Además, adoraba el olor a lluvia, el repiqueteo de las gotas contra el techo, la ayudaba a dormir sin complicaciones. Tal vez por eso le gustaba vivir en Londres. Soltó una fuerte exhalación y pensó en el largo día que había tenido. Parecía no tener fin.

Pasó la mano por su rostro con las palabras de sus hermanos haciendo eco en su cabeza. ¿Tom había estado enamorado de ella? ¿Por qué nunca se lo dijo? ¿Habría aceptado en todo caso?

"Estabas demasiado ocupada lanzándote a los brazos de su primo"

Oliver. Había estado presente en su vida desde hacía tantos años. Lo había querido, anhelado, deseado cómo a ningún otro hombre. El chico con el que todas querían estar, lo había conquistado ella. ¿De qué sirvió? Para nada. Años de relación desperdiciados. Un rompimiento tras otro, hasta que llegó el definitivo. Cómo era de esperarse por su gran atractivo, se consiguió otra mujer fácilmente. Ella recibió el anillo a los meses, cosa que no sucedió con Noa en años de relación. Fue doloroso, le rompió el corazón y la destrozó.

Se cuestionó tantas veces: "¿Por qué no era suficiente? ¿Qué le faltaba?"

No quería revivir esa parte de su vida.

¿Su vida habría sido distinta si en vez de escoger a Oliver, hubiese visto más a Tom? Nunca lo sabría. Le gustaba pensar que, tal vez, no habría sido el momento adecuado, que estaba destinada a vivir lo que vivió con Oliver, las decisiones que tomaron juntos que la llevaron a este momento de su vida. De regreso a Tom.

Seguía sin ser el momento adecuado, no cuándo Tom salía con Jessy, su mejor amiga. No cuándo no podía descifrar sus sentimientos hacia él. Noa negó con la cabeza. Tenía que ser honesta consigo misma. Después de Oliver, no hubo nadie. Por supuesto, unas cuántas citas que concluyeron en eso, citas solamente. Tom fue ese algo nuevo para ella. Esa aventura de una noche que nunca había experimentado, que le brindó la adrenalina para hacer un poco más emocionante su vida. Esa noche salió mejor de lo que esperaba. Se sintió como una bocanada de aire fresco, un segundo respiro. El segundo hombre en su vida, en eso se había convertido Tom. El conjunto de esos factores había contribuido a confundir su mente, a ver más allá de lo que realmente era. Sus hermanos estaban equivocados, Tom no tenía sentimientos encontrados, ni Noa lo hacía.

Un suave toque en la puerta la tomó por sorpresa. Noa se sentó en la cama y estiró el brazo para encender la lámpara en su mesita de noche.

Jessy asomó su lindo rostro con timidez, su cabello rubio cayendo cómo cascada y su delgado cuerpo escondido tras la puerta.

Noa la observó con extrañeza.

-¿Sucede algo?- preguntó Noa, sosteniendo su peso sobre sus codos. Todo esto le recordaba a la época en la que vivían los tres juntos y cuándo había problemas, una de las dos acudía a la habitación de la otra.

-No puedo dormir- le respondió en voz baja.

-¿Tienes miedo de los rayos?- preguntó Noa, fingiendo un puchero con los labios. Su amiga sonrió, entendiendo la broma.

-Sí- jugó. Noa se deslizó hacia un lado en el colchón y dio dos pequeños golpecitos en el lado vacío. Jessy, con la delicadeza que la caracterizaba, entró sin hacer ruido. Era una casa vieja y descuidada, todo se escuchaba a través de las paredes. Parecía una bailarina, andando de puntitas hasta que se lanzó en la cama haciéndola rechinar. Noa hizo una mueca y chistó.

-Dios, Noa. Te vas a resfriar-subió la cobija hasta su cuello y movió los pies por debajo de esta.

-Eres una mentirosa, tú no le temes a los rayos- susurró Noa, dándole un empujoncito. Jessy soltó una risita y estiró el brazo para apagar la luz de la mesita.

My museWhere stories live. Discover now