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Noa había reflexionado en varias ocasiones sobre la idea de tener hijos y, durante muchos años, decidió que no los quería. Con Oliver, vivió el sobresalto incontables veces. Al principio, la posibilidad de tener un bebé con él parecía encantadora, pero con el tiempo se convirtió en su peor pesadilla. Aún recordaba vívidamente la última noche que compartió con Oliver antes de separarse definitivamente.

"Por favor Dios, no me dejes estar embarazada de este idiota"  suplicó mentalmente mientras esperaba el resultado de la prueba. Después de ese día, con la certeza de que nada la ataba a él, lo dejó de una vez por todas.

El día que ese recuerdo fugaz cruzó su mente, casi imperceptible, la hizo cuestionarse cuándo fue la última vez que tuvo su periodo. Estaba en la farmacia, buscando un cepillo de dientes nuevo cuando, al pasar por el pasillo de las toallas higiénicas, se quedó paralizada haciendo cuentas mentales.

Su periodo se había retrasado dos semanas y media. ¿Cómo no se había dado cuenta? Bueno, la realidad era que estaba acostumbrada a los retrasos hasta por dos meses en su periodo, pero algo en su interior le decía que debía hacerse la prueba.

No se detuvo y compró una. Condujo a toda velocidad hasta su apartamento, con la ansiedad aumentando poco a poco. Se encerró en el baño, a pesar de que Harry no estaba en casa. No sabía dónde estaba su mejor amigo, pero tampoco le preocupaba demasiado en ese momento. Conocía cómo hacer la prueba sin tener que leer las indicaciones y esperó, sentada en la esquina del mueble del lavabo, moviendo el pie en el aire con ansiedad.

Mientras esperaba, pensó en la posibilidad de tener un hijo con Tom. A sus treinta años, él anhelaba desde siempre tener una familia. No dudaba de que, si surgiera la oportunidad, sería un excelente padre, pero se cuestionaba si ella sería una buena madre. Recordó el nacimiento de su sobrina y cómo los ojos de Tom se iluminaron al cargar a la bebé recién nacida o cuando Charlie se dormía con confianza en sus brazos. Sonrió involuntariamente. Tal vez la idea de un bebé no fuera tan mala; junto a Tom, no parecía imposible, se sentía segura con él.

Cuando vio el negativo en la prueba, se sintió más decepcionada que aliviada. Hizo una mueca triste y sintió una presión en su pecho. Con papel higiénico enrolló la prueba y la tiró al bote de basura. No se detuvo a pensar demasiado en el asunto cuando su celular sonó desde la habitación. Para cuando llegó, ya habían cortado la llamada, pero volvió a timbrar.

-¿Hola? ¿Noa? -preguntó una voz masculina desconocida, a lo que ella se extrañó.

-Hola. Sí, habla ella- respondió.

-Soy Caleb- dijo él- Tu hermano Oscar me dijo que querías hablar conmigo.

-Oh, disculpa, no reconocí tu voz- dijo ella, avergonzada.

-No te preocupes, y lo siento por tardarme tanto en comunicarme- soltó una risita amable- ¿En qué puedo ayudarte?

-Necesito un favor- dijo ella.

-Lo que sea por ti, pequeña- respondió con un característico cariño familiar.

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El amigo de Oscar, Caleb, era dueño de una galería de arte que, en poco tiempo, ganó renombre y fama, todo esto gracias a la cantidad de gente importante que Caleb conocía. Noa no comprendía completamente el alcance de la fama de esa galería hasta que observó la expresión atónita de Harry.

-Hiciste, ¿qué? - exclamó Harry, con los ojos abiertos de par en par. Noa le sonrió orgullosamente, apoyada contra la barra de la cocina con una manzana en mano.

-No iba a permitir que ese idiota arruinara tu sueño - dijo ella, señalándolo con la manzana- Espero que tengas todo listo para el sábado.

-De eso no hay que preocuparse - dijo, aún en shock - Noa, yo había averiguado sobre esa galería, pero costaba una fortuna. No me digas que lo pagaste. Si es así, te regresaré cada centavo. Lo prometo.

My museWhere stories live. Discover now