22.

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Eran aproximadamente las once y media de la noche cuando Noa finalmente se dio por vencida en su intento de conciliar el sueño. Durante media hora, había dado vueltas en la cama en busca de una posición cómoda, pero se dio cuenta de que era su mente la que no le permitía descansar. A través de las paredes, podía escuchar los ronquidos suaves de Harry. Después de llegar a casa, simplemente lo había mandado a dormir, y aparentemente para él fue más fácil de lo que se podría haber imaginado. Parecía haberse liberado de todas las preocupaciones.

Le había enviado un mensaje a Tom para informarle que ya estaba en casa, y él solo le deseó buenas noches.

Decidida, Noa saltó de la cama y agarró una sudadera al azar que tenía a la mano. Cerró sigilosamente la puerta de su habitación al salir y, lentamente, tomó las llaves de su automóvil. Mientras conducía hasta la casa de Tom, no pudo dejar de darle vueltas a lo sucedido esa noche. Se sentía extraña.

Antes de acostarse en su cama, Noa se había enfundado la camiseta que aún conservaba de Tom. La había lavado con la intención de devolvérsela, mas el olor de su esencia aún impregnaba la tela, eclipsando el aroma del jabón y provocando que la retuviera para sí misma. A fin de cuentas, Tom no había reclamado su devolución. Normalmente, sentía una menor sensación de soledad al dormir con esa prenda, pero en esa noche particular necesitaba la presencia tangible de Tom más que nada en el mundo. Anhelaba abrazarlo, besarlo, escuchar su voz y perderse en sus ojos azules.

Noa golpeó suavemente la puerta de Tom con el puño cerrado. Le había costado recordar el número de su casa, ya que solo había estado allí una vez antes, cuando Tom la llevó estando distraída por su familia. Escuchó los pasos de Tom acercándose y solo abrió la puerta un poco para asegurarse de quién era. Sin embargo, al verlo, abrió de golpe la puerta por completo. Lo primero que llamó su atención fue la visión de Tom sin camisa, con el pecho descubierto, y luego recibió una sonrisa genuina de bienvenida.

-¿Puedo pasar?- preguntó Noa, sacando a Tom de su ensimismamiento.

-Sí, perdón- se sonrojó y se apartó para dejarla entrar- ¿Está todo bien?

-Sí, ¿por qué?- observó su confusión.

-Me resulta extraño verte aquí a esta hora- admitió él. Noa se sonrojó al darse cuenta de lo tarde que era y lo ridícula que podría parecer. Debía haberle avisado con anticipación o, al menos, preguntado.

-Te extraño, eso es todo- confesó, y él respondió con una sonrisa. Cuando Tom sonreía, sus ojos azules se iluminaban con una chispa de alegría y ternura. Era una sonrisa genuina, llena de cariño y complicidad. Era capaz de transmitirle a Noa una sensación de seguridad y tranquilidad, como si todo estuviera bien

-Bueno, me alegro que hayas venido porqué yo también te he extrañado- dijo Tom, aligerando el aire de incomodidad que se había creado.

-¿Qué estabas haciendo?- preguntó Noa, siguiendolo de regreso a la sala. La tele era la única luz iluminando el lugar.

-Viendo una pelicula- se dejó caer en el sillón y Noa lo imitó.

-"¿Pretty Woman?"- dijo Noa con tono socarrón, viendo la imagen de Julia Roberts en la pantalla- Amo esa pelicula. Es muy buena.

-Somos el uno para el otro- dijo Tom con una sonrisa. Se giró hacia Noa y tomó sus piernas para colocarlas sobre su regazo. Pasó la mano por ellas, necesitando sentir su contacto. Noa sabía que el lenguaje de amor de Tom era el contacto físico, y ella estaba encantada con aquel dato.

-¿Cómo te fue con la mamá de Harry?- preguntó, sin dejar de acariciar su muslo y bajar por su pierna- Prometiste contarme, cariño.

-De acuerdo- dijo Noa- pero debes prometer que no dirás nada a nadie.

My museWhere stories live. Discover now