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Toda persona debería sentirse feliz y entusiasmada en su cumpleaños, pero Noa no sintió ninguna de esas dos al despertarse esa mañana. Sus cumpleaños nunca habían sido algo excepcional, pero ella tenía la esperanza de que aquel año las cosas fueran distintas. Al fin y al cabo, ya no estaba con Oliver, quien era el que la hacía sentir miserable en esas fechas, y tenía a Tom, que la amaba y haría lo que sea por verla feliz. Tal vez se había equivocado con esto último. Lo primero que revisó esa mañana fue su celular, con la esperanza de encontrar algún mensaje o llamada de Tom, pero no fue así. Suspiró y dejó el celular con fuerza sobre la mesita.

Cuando tocaron la puerta de su habitación, su corazón dio un salto involuntario y la esperanza se implantó en su pecho.

-¿Estás despierta? -preguntó Harry. Una vez más, la decepción cayó sobre ella. Se aclaró la garganta antes de responder.

-Sí, pasa -respondió, pero la puerta no se abrió.

-¿Podrías ayudarme con algo? -preguntó él, y ella frunció el ceño, extrañada.

-De acuerdo, enseguida voy -dijo ella, y se obligó a salir de su cálida cama, cuando lo que más deseaba era quedarse ahí, escuchando cómo la lluvia golpeaba su ventana.

-¡Feliz cumpleaños! -gritó Harry, y Noa lo miró genuinamente sorprendida. Observó los globos de distintos colores colgados de las sillas y sobre la barra, un pastel individual junto con el desayuno que su amigo había preparado para ella. El apartamento estaba impregnado con el olor del café proveniente de la cafetera.

Noa sonrió de oreja a oreja. Corrió y abrazó a su amigo, quien la recibió con cariño y besó su mejilla.

-Debes amarme en serio como para levantarte a las siete de la mañana y preparar esto -dijo Noa.

-Yo estoy sorprendido de que estés despierta a esta hora cuando no tienes que ir a trabajar -replicó él, dándole un suave empujón en dirección al desayuno-. Hoy tenemos tus hot cakes favoritos en el menú, esos que dan diabetes.

Noa soltó una carcajada, y negó con la cabeza.

-Solo los pedí una vez y desde ahí no los has soltado -respondió ella, pero había que admitir que solo de verlos se le hacía agua la boca.

-Lo mejor no es el desayuno, espera -corrió a su habitación, y Noa lo siguió con la mirada. Mientras esperaba, se servía una taza de café recién hecho, e inhalaba el delicioso aroma que desprendía. Esa era una de las razones por las que cuando estuvo en la universidad, le gustó trabajar en cafeterías, el olor del grano puro de café que hasta en sus ropas se impregnaba. Sorbió de su café y observó a Harry regresar con una caja de regalo grande en manos.

-¡Tarán! -la dejó sobre la barra. Noa dejó a un lado la taza y jaló de la tapa de la caja forrada de un papel de regalo rojo con globos.

-No puede ser -su boca se abrió en sorpresa, admirando la pintura en el interior de la caja. Poco a poco esbozó una sonrisa- Harry...

-¿Te gusta? -preguntó, tímidamente, buscando en su expresión alguna respuesta. Noa tardó unos segundos en recuperarse y cuando lo hizo, levantó la pintura entre sus manos.

-Gustarme es poco. Estoy completamente encantada -dijo ella, sin dejar de observar con detalle cada pincelada que Harry había hecho con tanta minuciosidad-. No tengo palabras, Hazz. Pero, ¿cómo sabes de este lugar?

-Una vez, hace años, me lo contaste -explicó Harry, sentándose en el taburete. Noa lo imitó, regresando el cuadro a su caja con delicadeza, temiendo echarlo a perder-. Dijiste que ese lugar te hacía sentir feliz y tranquila, por la naturaleza y el lago. Fui a ese mismo lugar por unos meses y lo pinté a mi manera. Lo siento si tardé mucho en pintar algo para ti. Creo que hasta hace poco comencé a valorar realmente lo que me rodeaba, y eso te incluye a ti.

My museWhere stories live. Discover now