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Lo más difícil de romper con Tom era tener que fingir indiferencia cada vez que se encontraban en Spencer & Barfot. Las únicas palabras que intercambiaban eran para saludarse o para ponerse de acuerdo en algún contrato. Incluso entonces, el corazón de Noa latía frenéticamente y no podía mirarlo a los ojos durante mucho tiempo por miedo a que se reflejara en ellos cuánto todavía lo amaba. Para Tom, ella parecía ahora una mujer fría e indiferente, pero esa imagen estaba lejos de la realidad.

No había sido fácil, pero su vida necesitaba continuar con o sin Tom.

Eso era lo que se repetía todos los días, pero su mente no parecía aceptar razones. Siempre se había considerado una persona solitaria, pero las últimas dos semanas fueron especialmente preocupantes. Se negaba a hablar con nadie, ni siquiera con sus hermanos o Harry, y respondía a todos con molestos monosílabos.

Harry había sido el más paciente de todos, mientras que sus hermanos se exasperaron fácilmente. Aunque su amigo sabía de su ruptura con Tom, no conocía los detalles. Harry persistía con paciencia en sus esfuerzos por acercarse a Noa, pero ella, siendo muy testaruda, lo alejaba encerrándose en su habitación.

Procuraba evitar pasar demasiado tiempo en el apartamento. Sabía que su amigo solo intentaba ayudarla, pero Noa necesitaba tranquilidad y dejar de pensar en Tom. Tenerlo en su mente las veinticuatro horas del día ya era bastante agobiante. Por eso, pasaba su tiempo libre en la vieja casa donde creció, ahora habitada solo por su madre. Nunca imaginó que su madre sería quien le brindara la armonía que tanto necesitaba y que la mansión se convertiría en un refugio seguro para ella. Allí, nadie la presionaba a estar bien.

Caroline no le hacía preguntas; simplemente disfrutaba con genuina felicidad de la presencia frecuente de Noa. Su madre era experta en repostería, y juntas pasaron tiempo horneando. Le enseñó muchas recetas, y Noa descubrió con alegría su habilidad para la repostería. Debía estar en los genes.

Era viernes por la tarde y Noa comía del pay que acababan de preparar, sentada sobre la barra en la cocina de su mamá. Afuera, la lluvia golpeaba el ventanal que daba al jardín. Observó cómo los manzanos se empapaban y cómo el gran roble, a lo lejos, se veía solitario bajo la lluvia. Los columpios se balancearon con el aire y no pudo evitar recordar lo mucho que amaba estar en esos columpios cuando aún era una niña. Su madre se sentó en uno de los taburetes soltando un suspiro y con el tenedor en mano probó la tarta.

—Es el mejor que has hecho hasta ahora —dijo su madre, soltando un sonido de satisfacción. Noa sonrió, complacida consigo misma.

Mientras comía, Noa se debatía internamente sobre lo que estaba a punto de contarle a su madre. Finalmente, dejó el tenedor a un lado y se enderezó en su lugar.

—Mamá —la llamó—, ¿adivina qué? Compré una casa

Su madre abrió los ojos con sorpresa y se sacó el tenedor de la boca, dejándolo limpio.

—¿En serio? —preguntó, esbozando una sonrisa. Noa asintió—. Me alegro por ti, hija. Pero, ¿vas a vivir sola?

—No me importa vivir sola —dijo Noa, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Creo que es lo que necesito.

—¿Crees?

—No sé, mamá— respondió Noa— No sé nada, sólo sé que necesito sentirme en paz y que algo me pertenece.

No había contado a nadie sobre su plan de comprar una casa, ni siquiera a Tom, porque ella esperaba que para el día en que le entregaran las llaves, ellos aún estuvieran juntos y pudieran ir a verla. Había imaginado cada escena, y ahora ninguna se haría realidad. No podía ignorar la profunda tristeza que eso le causaba.

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⏰ Last updated: May 19 ⏰

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