12

452 66 91
                                    

Todo podía cambiar en cuestión de segundos...

Lo primero que observó al entrar al hospital fue a Nico hablando con Rob, desesperado. Masajeaba con una mano su cuello para destensarlo, presionando los dedos con fuerza contra el músculo. Oscar solo atinaba a escuchar a su hermano con unos ojos bien abiertos por la reacción tan exagerada. Noa corrió hasta ellos y con la respiración agitada, preguntó:

-¿Qué sucedió con Gwen?

-Se convulsionó- respondió Rob, puesto que Nico parecía demasiado aturdido para hablar- La metieron a urgencias.

-Oscar me dijo que había entrado en labor de parto- dijo Noa, confundida y mirando a Oscar inquisitivamente.

-No es labor de parto- aclaró Nico- Le comenzó a doler una parte del estómago muy fuerte y después se convulsionó.

-¿Llamaste a la doctora Cameron?- preguntó Noa. Su hermano negó con la cabeza, ni siquiera lo había pensado con tanto ruido mental que debía tener- Deberías llamarla, Nico.

Noa no encontraba muy buena señal el que una embarazada se convulsionara. Tal vez había excelentes doctores en el Saint Thomas, pero ningún gineco-obstetra se comparaba con la doctora Cameron y los años de experiencia que le precedían. Nico necesitaba esa tranquilidad que solo ella podría proporcionarle.

-Tienes razón- palpó su pantalón en busca del celular y se encaminó a la salida del hospital. Rob los miró antes de perseguirlo pisandole los talones.

Cuando uno tiene muchos hermanos, es difícil sobresalir. Es cuándo, entre ellos, buscan el amor que sus padres nunca podrán darles en un cien por ciento. Rob y Nico siempre se han amado más de lo que Rob podría amar a Noa o a Oscar. Para Noa, era imposible sentir celos por ellos, porqué ella tenía a Oscar. Él era su confidente, su mejor amigo mucho antes que Harry o Jess o inclusive Tom. Lo amaba y él la amaba, el tipo de amor que lanzó a Oscar a trabajar desde muy joven en la empresa familiar, únicamente para pagarle la carrera a Noa a escondidas de su padre, después de ella haberse negado a hacer lo mismo que sus hermanos. Él le había dicho, "sé lo valiente que ninguno de nosotros pudo ser". Ese día lloró como una niña pequeña en los brazos de su hermano mayor.

-¿Por qué dijiste que estaba en parto?- le reclamó Noa entre dientes. Él le hizo una mueca, molesto.

-¿Me ves cara de médico?- preguntó cruzándose de brazos sobre el pecho- Lo único que sé de medicina es para qué sirve el paracetamol, Noa. Tú eres la genio, debiste adivinar.

-Es genio, no bruja- le dio un pequeño golpe en el brazo y soltó un largo suspiro.

-Bruja pareces- murmuró Oscar- Por cierto, hay alguien buscándote. Está ahí sentado.

Lo había olvidado por completo. Miró desinteresadamente sobre su hombro y cuándo vio a Sebastian sentado en una de las incomodas sillas, a pocos metros de distancia, su corazón dio un salto y latió a gran velocidad. Alzó ambas cejas con sorpresa. Este la miró con suavidad, esperándola pacientemente.

-¿Quién es?- preguntó Oscar. Su tono tan entrometido la hizo ignorarlo. Sabía que, si respondía a esa sencilla pregunta, muchas vendrían detrás- Noa.

-Enseguida vuelvo- interrumpió y se encaminó hacia Sebastian con paso lento, pensando en la manera más sencilla de deshacerse de él. Por más incorrecto que aquello sonara, las cosas se habían complicado a comparación de media hora antes cuándo había hablado con él. No estaba muy segura si quería tenerlo ahí justo en ese momento.

-Hola- saludó con una sonrisita ladina. Él se puso de pie rápidamente- No sabía que vendrías.

-Quería que fuera una sorpresa, pero se salió de control- respondió refiriéndose a Gwen. Él debió estar presente cuándo Gwen convulsionó- ¿Es tu cuñada?

My museDove le storie prendono vita. Scoprilo ora