8.

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Tom terminó de relatar y se puso de pie para observar la habitación con mayor detenimiento.

-Esta habitación sigue igual- observó él. Señaló con el dedo un póster de nirvana, fingiendo que no acababa de contarle la historia de su primer beso con Noa- este siempre fue mi favorito. Te pedí muchas veces que me lo regalaras y eras una egoísta.

-También es mi favorito- replicó Noa, distraídamente. Sentía su cabeza en otro lado, le era difícil concentrarse- Persisto, se va a quedar ahí.

-Dios, tú obsesión con Leonardo Dicaprio- soltó un pequeño quejido dramático. Encima de un escritorio desordenado, estaban las pequeñas imágenes del famoso actor que, en ese entonces, había sacado de revistas- Me obligaste a ver Titanic unas veinte veces.

-Esa película es una obra de arte- defendió Noa con una sonrisa, siguiéndolo con la mirada desde la esquina de la cama. Se movía con seguridad por su habitación, cómo si fuera suya.

-¿La película o Leonardo Dicaprio?- se burló Tom con una sonrisita cómplice.

Intentó no darle importancia a la historia que acababa de contarle. Cuándo estabas cerca de los treinta, dejaba de interesar quién había sido tu primer beso para comenzar a interesarte con quién pasarás el resto de tu vida y quién sería tu último beso. Tal vez esa era la principal razón por la cuál no recordaba ese beso, ni el que le siguió.

Tom caminó con paso ligero hasta la pequeña televisión cuadrada. Pasó un dedo por encima del polvo-¿Aún funciona?

-Eso creo- se encogió de hombros. Tom se quedó pensativo con los ojos puestos en la televisión apagada.

-Por muchas noches, me escabullí a tu habitación para ver películas de terror que tus padres nos prohibían- le explicó. Algo brilló en sus ojos al mirarla- ¿Recuerdas eso? Yo solía conseguir las películas antes de venir a la casa de verano.

-¿Fue cuándo obligamos a Aiden a ver "IT" con nosotros?- preguntó Noa. Tom asintió- Tal vez fue por eso que nunca más volvió a hablar.

Tom soltó una carcajada y Noa sonrió. Algo en su pecho se entusiasmó de verlo feliz. Era contagioso.

Continuó husmeando entre las cosas esparcidas en su escritorio.

-Por favor, no te robes nada- advirtió Noa.

-Es tomar prestado- se excusó Tom, antes de tomar una pulsera y deslizarla por su muñeca. Levantó el brazo y la admiró- Me gustaba mucho esta pulsera, no tenía idea de dónde había quedado.

-¿Es tuya?- preguntó Noa. Él asintió.

-La hiciste para mi- la revelación aceleró su corazón. Lo disimuló lo mejor que pudo.

-La dejaste aquí, ahora es mía- jugó Noa. Era curioso cómo pasaban de la hostilidad a recordar viejos momentos y divertirse con ellos. Le gustaba cuándo podían llevarse bien, cuándo el recuerdo de una noche de sexo no los atormentaba y solo eran viejos amigos poniéndose al corriente.

-Lindos lentes- canturreó Tom, cogió los viejos lentes de Noa, los mismos que se habían ganado sus burlas hace algunos años-¿No eran más grandes?

-Esos eran los viejos- replicó Noa. Tom se probó los lentes y frunció el ceño, parpadeando varias veces tratando de ajustar su visión- Los rompiste, ¿recuerdas?

-¿Lo hice?- preguntó Tom, dudoso. Se quitó los lentes con lentitud, sintiendo cómo el ambiente se tornaba pesado.

-Me pusiste el pie y cuándo caí, cayeron los lentes y los pisaste a propósito- explicó Noa, sin delicadeza. Tom se removió incómodo y escondió ambas manos en los bolsillos de su pantalón- Dijiste que me estabas haciendo un favor.

My museWhere stories live. Discover now