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Siempre le ha parecido curioso lo fácil que el ser humano puede olvidar algo. Por ejemplo:

¿Por qué las mujeres embarazadas deciden tener más hijos después de declarar que el primero sería el último puesto que fue un infierno traerlo al mundo? Sencillo, el ser humano olvida.

¿O por qué Noa Spencer se bebió una botella de vino casi entera sabiendo que sus peores resacas habían sido con ese mismo vino? Tal vez eso era más porqué era una idiota.

Soltó un fuerte quejido cuando su mente la trajo de vuelta al mundo a la mañana siguiente. Cada centímetro que intentaba mover, su cabeza amenazaba con explotar. La bilis subió por su garganta y tuvo que saltar de la cama, con una fuerte punzada en las sienes, y correr lo mas rápido que alguna vez sus piernas hicieron hasta el baño. Expulsó todo el contenido de su estómago en el inodoro y soltó un gemido.

-Maldito Harry- murmuró en el helado piso del baño. Azotó la tapa contra el inodoro con fuerza y se quedó unos minutos apoyada, con los ojos cerrados, esperando que las náuseas desaparecieran. No se atrevía a abrir los ojos puesto que eso implicaba que el zumbante dolor de cabeza regresara.

-Te ves terrible- la voz de Harry era similar a un megáfono. Noa chistó para hacerlo callar sin verlo realmente. ¿Donde estaba? Ni idea. ¿Le interesaba? En lo absoluto- Yo les dije que otra botella no era buena idea.

-Dios, Harry. Cállate- se quejó Noa, levantando una mano. Lo escuchó reír, y después sus pasos deslizarse sobre la baldosa. Su trasero, con nada más que sus bragas cubriéndolos, comenzaba a entumirse por el piso helado. Abrió los ojos lentamente e intentó enfocar, parpadeando varias veces hasta acostumbrarse a la imagen y al dolor de cabeza.

-Vamos, te ayudo- lo siguiente que sintió fueron las manos de Harry en sus axilas, jalándola hacia arriba. La obligó a sostenerse sobre sus piernas. Noa se recargó en él, sintiéndose débil de fuerza- Iugh, tu aliento...

-¿Apesta?- completó Noa, fulminándolo con la mirada- Eso es lo que hace el vomito.

-Lávate los dientes, sucia- ordenó Harry con tono jocoso y procedió a empujarla suavemente contra el lavabo. No se atrevió a mirarse al espejo sabiendo que probablemente una Noa demacrada le devolvería la mirada.

Inclusive algo tanto sencillo como lavarse los dientes parecía requerir demasiado esfuerzo y suministro de oxígeno. Se apoyó contra la pared y afortunadamente llevaba una playera que impidió que el frío traspasara a su piel.

Fue hasta entonces que se percató de la elegancia con la que vestía su amigo; camisa azul cielo y un saco blanco encima. Su cabello rizado estaba peinado hacia atrás, algo que rara vez sucedía, dejando ver sus lindas facciones con mayor claridad.

-¿Por qué tan elegante para verme vomitar?- cuestionó Noa con el cepillo de dientes metido en la boca y una pequeña sonrisita. Harry se sonrojó y se miró a sí mismo.

-Tengo un desayuno con Julian para discutir asuntos de la exposición- explicó.

-Oh, vete. Yo voy a estar bien- dijo Noa y procedió a escupir la pasta de dientes en el lavabo. Tomó un poco del enjuague, picandole la boca, y lo escupió. Terminando, se sintió un poco más fresca.

Nunca más volvía a embriagarse con vino...

-¿Segura que estarás bien?- cuestionó Harry, sin referirse precisamente a la resaca. Su amigo no se había separado de ella en ningún momento desde lo de su padre, claro que estaba preocupado.

-Estoy bien, Haz- insistió. Rogó internamente para que su amigo accediera y así poder arrastrar los pies hacia su habitación y volver a dormir. Ni siquiera sabía qué hora era, pero tampoco es que le interesara demasiado.

My museWhere stories live. Discover now