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El camino de ida transcurrió con Tom inmerso en una animada charla con Aiden y Nico sobre fútbol, un tema que no despertaba mayor interés en Noa. Decidió cerrar los ojos, apoyándose en el hombro de Tom, y se sumió en un sueño reparador. Aun con los ojos cerrados, sintió la caricia de los dedos de Tom recorriendo su muslo, enviando corrientes eléctricas que hacían estremecer su piel. Pasara el tiempo que pasara, el tacto de Tom seguía siendo como fuego para ella.

El bullicio de las risas resonantes de Tom y sus hermanos fue el despertar de Noa, quien respondió con un suave codazo a Tom para acallar el alboroto. Tom, juguetón, le devolvió el gesto con un pellizco en el muslo, provocando una risa compartida. Inclinándose, Tom selló este juego con un breve beso en la mejilla de Noa.

Observó a Oscar profundamente dormido en el asiento trasero, con la boca abierta y roncando sonoramente. Al lado, Charlie descansaba plácidamente en el asiento instalado por Nico. La escena generó una oleada de nostalgia y ternura en Noa.

Nada podría despertarlos. Desde niño, Oscar siempre dormía como un tronco. Aún recordaba la vez que sus hermanos quisieron gastarle una broma, asustándolo por la madrugada, pero él nunca despertó. Tal vez eso se heredaba de cierta manera.

-¿De qué se ríen?- preguntó, estirando sus extremidades, sintiendo un alivio en sus músculos.

-Nada- respondió Nico con tono misterioso desde el asiento trasero.

Finalmente, Aiden dejó escapar una sonrisa auténtica, cómplice, algo que Noa no veía desde hacía tiempo. Estaba empezando a convencerse de que Tom poseía ese toque mágico para arrancar sonrisas a todos. La sonrisa de Aiden tenía algo especial, algo a lo que podría acostumbrarse fácilmente; no la presenciaba desde hacía años y le parecía hermosa. Los característicos hoyuelos de la familia Spencer se marcaban en su rostro, y sus dientes, alineados a la perfección gracias a los brackets de la adolescencia, añadían un toque encantador.

-¿Falta mucho? - preguntó Tom, intentando estirarse y dándose cuenta de que los asientos no estaban hechos para gigantes como él.

-Ya estamos llegando- dijo Aiden. Para Noa, escucharlo hablar era casi surrealista, y Nico parecía compartir su asombro, intercambiando una mirada que decía más de lo que las palabras podrían expresar. - Vean eso.

Noa descendió lentamente el vidrio del carro, sintiendo la brisa marina acariciar su rostro con una caricia refrescante. El ruido del oleaje se volvió más prominente a medida que se acercaba a la costa, como una sinfonía constante que la llamaba hacia el mar. Sus cabellos ondeaban al viento, liberados de sujeciones y danzando en una coreografía caótica. Frente a ella se extendía la playa de Brighton, llena de vida y color. Las olas rompían en la orilla con un sonido reconfortante, mientras el sol brillaba en lo alto, haciendo que el agua y la arena centellearan con intensidad. A lo lejos, podía ver el muelle, lleno de gente que paseaba y disfrutaba del día.

-¿Brighton Beach?- escuchó a Oscar preguntar, su voz aún ronca por el reciente sueño. Asomó la cabeza desde el asiento trasero, una imagen de pura curiosidad infantil.

-¿Te gusta?- preguntó Noa, ansiosa.

-Me encanta- respondió Oscar sinceramente, sus ojos castaños-verdosos brillando bajo el sol resplandeciente que golpeaba su rostro. -Hace años que no venía. Ni siquiera creo que lo recordaba.

-Bien hecho, Noa- susurró Nico, guiñándole un ojo a su hermana.

Noa volvió a sentarse con una sonrisa orgullosa en el rostro.

Aiden encontró un espacio vacío para estacionarse. Nico despertó a Charlie, quien comenzó a llorar escandalosamente, aferrándose a su papá.

-¡Cállalo!- se quejó Oscar, cubriéndose los oídos.

My museWhere stories live. Discover now