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El viernes había llegado y Noa no deseaba nada más en el mundo que regresar a casa y tomar una larga siesta que se extendiera a todo el fin de semana. Estaba consciente de que eso no sería posible puesto que tenía planes. Si tenía suerte, podría dormir en la casa de verano sin que sus hermanos la molestaran demasiado.

Miró el reloj con ansiedad. Cada minuto que pasaba parecía una hora y cada palabra que leía era un reto. No podía concentrarse, no podía pensar con claridad.

La puerta de su pequeña oficina se abrió y Sebastian asomó la cabeza pidiendo permiso para entrar. Fue un alivio tener una excusa para dejar de leer el manuscrito.

-Un poco de trabajo para el fin de semana- dijo antes de dejar caer una cantidad considerable de manuscritos encima de su escritorio. Noa abrió los ojos como platos y negó con la cabeza.

-Le había dicho a Dan que este fin saldría de la ciudad- se quejó Noa, resoplando. No podía leer una palabra sin pensar en otra cosa, cómo sería capaz de revisar todos aquellos manuscritos. Estaba perdida.

-Si ya le avisaste, no creo que haya problema si lo dejas para el lunes- dijo Sebastian, encogiéndose de hombros- ¿Saldrás de la ciudad? ¿A dónde?

-Es el cumpleaños de mi hermano Aiden- le explicó- Todos los años vamos a la casa de verano para festejarlo desde que tengo uso de memoria.

-¿El cumpleaños es una excusa para ir a la casa de verano?- preguntó Seb con una sonrisita. Noa asintió con la cabeza.

-En realidad lo es- dijo Noa con una sonrisa- Aiden odia los cumpleaños, pero nunca se ha salvado de uno en esa casa.

-Bueno- Seb la miró como si esperara algo de su parte. Noa reflejó la inocencia en su cara y él sonrió de lado- Espero que te diviertas y si me extrañas, tienes mi número.

-Lo tendré en cuenta- dijo Noa, desviando los ojos con incomodidad y con una risita nerviosa. Vio su bolso colgado y se puso de pie.

-Mejor me voy. Tengo que ir por mi carro al mecánico- Sebastian la siguió con la mirada mientras ella se acercaba al perchero.

-¿Se descompuso?- preguntó Seb. Este se apoyó en la esquina del escritorio y se cruzó de brazos. Noa lo miró ignorando esa postura tan dominante que la ponía a pensar en él de otra manera. ¿Desde cuándo había cambiado su perspectiva por Sebastian? Tal vez desde que pasaba más tiempo del deseado con él cada almuerzo o cada tiempo libre. Comenzaba a ver en él lo que las otras mujeres de la editorial.

-Sí, algo sobre la transmisión- explicó vagamente. Su conocimiento sobre carros era prácticamente nulo. Colgó el bolso en su hombro- lleva una semana ahí y me prometieron que hoy lo tendrían listo para llevármelo al viaje.

-De acuerdo- Sebastian se enderezó y se acercó a ella. Por alguna razón, el corazón de Noa latió velozmente cuando este se inclinó para darle un beso en la mejilla y susurrarle- Que tengas buen viaje.

-Gracias- susurró. Él sonrió y pasó a su lado para salir de la oficina. Sebastian sabía lo que ocasionaba en ella y no dudaba en usarlo a su favor.

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Últimamente el destino era una perra. Minutos más tarde, el mecánico la llamó para decirle que su carro no estaría listo hasta dentro de unos días más, cuándo consiguieran una pieza faltante. Noa se detuvo en medio de la acera y soltó un gruñido frustrado.

Lo siguiente que hizo fue llamar a Jessy.

-¿Y por qué no nos vamos con Rob?- sugirió Jessy en cuanto le dio el comunicado. Noa se dejó caer en el asiento vacío del metro sujetando el celular contra su oreja. Afortunadamente el vagón estaba solo a excepción de dos personas más.

My museOnde histórias criam vida. Descubra agora