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El verano languidecía poco a poco, dejando sentir su influencia en un cambio de clima palpable. Los días soleados se habían desvanecido en un cielo ahora envuelto en nubes grises, lluvias constantes y una brisa fresca. No obstante, para Noa, este cambio era un deleite. Se sentía atraída hacia el jardín que adornaba el edificio de "Spencer & Barfot", un rincón creado recientemente para los empleados, pero que muy pocos aprovechaban.

Ese no era el caso de Noa. Cuando Rob lograba sacarla de sus casillas, lo cual era una situación recurrente, o cuando Nico se enfrascaba en sus videollamadas con sus hermanos, ella encontraba refugio en aquel jardín. Se sentaba junto a la pequeña fuente, recién instalada, y extraía un cigarrillo de su bolsillo.

Hacía mucho tiempo desde la última vez que había fumado por estrés, probablemente desde sus días universitarios, cuando debía lidiar con el trabajo y las clases al mismo tiempo. Aquel viejo hábito, que le había costado tanto dejar atrás, había resurgido apenas una semana después de unirse a "Spencer & Barfot".

Cada inhalación del cigarrillo desataba una relajación en sus músculos, otorgándole una sensación de ligereza y claridad mental. Inclinó la cabeza hacia atrás, sosteniendo el humo, mientras observaba el cielo nublado sobre ella. Con suavidad, soltó el humo contenido y siguió su trayectoria ascendente hasta desvanecerse en el frío aire.

-¿Cuánto tiempo más vamos a fingir que no sé que fumas?- la voz de Tom resonó de repente, haciendo que Noa se sobresaltara en su asiento y, de forma instintiva, lanzara el cigarrillo lejos de ella, viendo cómo se extinguía al contacto con el húmedo césped.

Tom soltó una carcajada, sus manos descansaban en los bolsillos de su pantalón mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro.

-¿Ya me habías visto?- preguntó Noa, ligeramente sonrojada. Tom asintió y se sentó a su lado.

-¿Todo bien?- indagó él, observándola con sus ojos azules como el océano, tan hermosos, tan reconfortantes.

-Sí- mintió Noa, pero mentirle a Tom resultaba difícil. Él conocía demasiado bien a su novia. Había sido testigo de innumerables ocasiones en las que lograba percibir qué estaba pasando en su interior con solo unos milisegundos de observación. Era impresionante y, a la vez, intimidante.

-Tengo la impresión de que solo fumas cuando tus hermanos te estresan- afirmó Tom. Su cálida mano buscó la fría de Noa, a pesar de que había algunos compañeros de trabajo conversando a pocos metros de distancia. Habían decidido mantener su relación en secreto mientras estuvieran en el trabajo. Noa lo hacía más por Tom que por ella, para evitar comentarios innecesarios sobre su pareja y evitar cualquier tipo de prejuicio.

-Bueno, no es mentira- soltó Noa con una risita. La mano de Tom irradiaba calor, y Noa se refugió en ella, sintiendo cómo ese calor la envolvía. Tom era mucho mejor que cualquier cigarrillo. Con una simple sonrisa o una mirada, lograba hacerla sentir mejor.

- Rob siempre juzga todo lo que hago, nada le parece. Siento que solo quiere hacerme sentir que no pertenezco aquí, y está lográndolo. Oscar ni siquiera me dirige la palabra, en las reuniones suele fingir que no existo. Es un niño pequeño. Aiden es un fantasma, ni siquiera entiendo cómo trabaja aquí. Y Nico... Dios, es el peor de todos. Un machito insoportable.

-Nunca digas que no perteneces a un lugar, Noa- dijo Tom, acariciando su mano con el pulgar.

-No, en serio. No me siento parte de esto-confesó ella- Siento que mi papá se equivocó al darme esto. ¿Cómo lo haces tú?.

-Hay días en los que tampoco soporto a ninguno de tus hermanos- respondió Tom, mientras una sonrisa divertida se dibujaba en el rostro de Noa-Pero con el tiempo te acostumbras, le encuentras el ritmo y todo se vuelve más llevadero. Es entonces cuando volverás a escribir.

My museWhere stories live. Discover now