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El viaje de regreso de cuarenta minutos le sonaba a tortura medieval.

El mejor plan que podía trazar era sentarse en el asiento trasero del carro y ensimismarse en cualquier libro que tomaría de la casa de verano. No tenía el menor ánimo de mantener una conversación con Tom o Jess. Ni siquiera cuándo Tom le extendió voluntariamente las llaves del carro. Noa se limitó a negar con la cabeza y montarse en el carro al asiento trasero, no dándole oportunidad a Jess de siquiera pensarlo.

Las letras del libro en sus manos no cobraban sentido por más que lo intentaba. Hubo unos segundos en los que se encontró con la intensa mirada de Tom por el espejo retrovisor. Se la mantuvo y transmitió todo su odio a través de sus ojos grises, lo suficiente para que él se enfocara en la carretera.

Recostó la cabeza en el vidrio, cerrando el libro en rendición y observó el paisaje bajo un atardecer rosáceo. Los atardeceres en esas zonas del país estaban repletos de pureza, entre una naturaleza aún no manipulada por la mano del hombre.

Vio de reojo cómo Jess acariciaba la nuca de Tom en una especie de masaje y pasaba sus dedos por su cabello rubio, cariñosamente. Noa tragó saliva y se enfocó en los árboles sin verlos realmente.

Iba a ser un largo viaje.

Buscó con desesperación la libreta en su bolso, y una vez encontrada una hoja en blanco, deslizó la pluma en una letra cursiva y desordenada, al igual que sus pensamientos. Sin darse cuenta, pasaron diez minutos en los que Jess y Tom hablaron mientras Noa escribía.

-¿Sigues viva, Noa?- cuestionó Jess desde el asiento del copiloto. La chica no respondió, demasiado ensimismada- ¿Noa?

-¿Mmh?- murmuró sin despegar los ojos de su cuadernillo.

-Perdón, no sabía que estabas escribiendo- se disculpó su amiga. Jess conocía las reglas, si Harry estaba pintando era mejor no interrumpirlo, sobre todo si encendía las velas en la sala. Ya habían sufrido las consecuencias de ello y lidiar con un Harry malhumorado no era nada agradable. Por otro lado, si Noa escribía, no importaba lo que le relataras, ella no te iba a escuchar. Sus oídos se volvían sordos y su mente solo estaba en la hoja frente a ella.

-¿Qué estás escribiendo, Noa?- preguntó Tom, tomándola por sorpresa. Se detuvo en seco sujetando la pluma con demasiada fuerza. ¿Se podía ser tan cínico? Todo indicaba que sí.

-Nada importante- respondió a secas. Así fue como perdió el hilo de lo que escribía.

-Noa no le comparte a nadie sobre lo que escribe- le explicó Jess a Tom, como si Noa no estuviese presente- Ese cuaderno es un misterio para todos.

-Es privado- recalcó Noa.

-Desde niña hace eso- comentó Tom- Esas cajas deben estar repletas de cuadernos.

-Cuenta la leyenda que una vez Harry lo intentó, ver dentro de los cuadernos, pero Noa lo atrapó- relató Jess con una sonrisita- No le habló por casi un mes y eso que viven en la misma casa.

-Yo le advertí que era privado y aún así se atrevió a husmear- se excusó Noa- Hay personas que no entienden lo que significa "Privado"

-Aquí vamos- murmuró Tom con fastidio. Noa sonrió un poco y Jess frunció el ceño, confundida.

-¿Tú también?- se asombró Jess, mirando a su novio boquiabierta.

-No vi nada- se excusó Tom- y aún así, me gané una buena bofetada.

-No fue así- aclaró Noa.

-Noa, cuenta tú la historia- pidió Jess. Tom resopló y pegó los ojos a la carretera. Iban a alta velocidad. No parecía ser la única que quería llegar lo antes posible y terminar con este suplicio.

My museWhere stories live. Discover now