6 -Cuando se bebe mucho

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Eru alzó su jarra de cerveza junto con los otros.

—¡Por Níniel! —vociferaron y chocaron sus vasos de madera.

La cerveza les salpicó los rostros, la mesa y el suelo alrededor. Un duende de estatura tan baja como de anchas tenía las orejas se lamió la mano.

—¿Cuánto te queda? —inquirió Eru.

Níniel lo estudiaba con una cara asombrada, los ojos grandes, abiertos en la expresión de la sorpresa.

Solo cuando alguien le propinó una patada por debajo de la mesa se decidió responder.

—¿No lo sé?

—Bueno... —Eru se inclinó hacia su oído. Tarea difícil de hacer porque todo en aquel espacio era de un tamaño inferior al que necesitaba. La taberna y sus decorados habían sido pensados para seres de estatura promedia. Al entrar había tenido que agacharse para no rozar el techo con la cabeza—. ¿Puedo ayudarte en algo? —susurró, a la vez que de reojo todos estaban haciendo uso de sus mejores sentidos, ya sean ojos u orejas, para no perderse palabra.

—¿Ayudarla? ¿No estás aquí para matarla? —gritó una criatura con brazos de madera.

Eru estalló en carcajadas. Había entendido el descaro de Níniel desde el principio, y era muy satisfactorio jugársela.

Sabía cuál era su imagen: un general inclemente, un elfo digno, alguien a quien nadie se atrevería a desafiarle. Se había ganado la reputación a base de luchas ganadas contra muchos tipos de seres.

Y no obstante, tenía a un lado a una media elfa renacida, de miembros deformes, que se reía en su cara.

—¿Eso os ha dicho? —inquirió, con la mirada puesta en Níniel.

Esta mantenía los ojos cerrados con fuerza.

—Bueno...

—Quizás...

—¿Lo hemos entendido mal? —Hablaron todos a la vez, pero el de brazos de madera les ordenó callar—. ¡Idiotas! Tenemos entre nosotros a un estimado y vosotros lo acosáis a preguntas incómodas.

Eru se abstuvo de comentar que él estaba haciendo las preguntas más incómodas.

—Ha sido sin querer —intervino con deje dulce en la voz una ninfa—. ¿Verdad? ¿No vas a matar a nuestra Níniel?

—No de inmediato. —Eru encogió un hombro, todavía a la espera de una reacción por parte de la media elfa, que aparentaba haber entrado en coma—. ¿Hay más cerveza? ¿O un vino especiado?

El hada de madera se levantó de un salto.

—¡Traenos vino especiado! —gritó hacia la sala—. De la cosecha buena.

—Entonces ¿de qué estabais hablando? —preguntó Eru—. Debe haber sido muy interesante para que Níniel faltara a su palabra.

—Tu palabra —especificó ella.

—¿Cómo? —Eru frunció los labios con fuerza. La chica parecía haber salido de la cama. El pelo hecho un desastre, las mejillas coloreadas, la mirada desenfocada.

—Que se trata de tu palabra, a mí no me dejaste espacio para asentir.

—¿Es verdad? —se interesó el duende.

Eru gruñó algo inteligible. Aunque lo fuera, no lo reconocería ni ante su dios. Además, se encontraba en ese sitio, en la Corte Astillada, que había pisado una única vez en el pasado, para incomodar a Níniel no para ponerse él en evidencia.

NínielWhere stories live. Discover now