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A Níniel la despertó el silencio.

Ya no escuchaba el crepitar del fuego y notó que estaba sola instantes antes de comprobarlo. Odiel seguía tumbado al lado de Lotus, pero el sitio en que se había acostado Eru estaba vacío.

Se apoyó en una palma al incorporarse y estudió el alrededor. La hierba se mecía bajo ráfagas de viento y las aves se mantenían calladas. La baja altura de los arbustos y el cielo despejado le permitían ver en la distancia, pero no distinguió ninguna punta de oreja afilada bajo la luz de la luna. Esperó un poco más, pero la impaciencia pudo con ella y se levantó para salir en busca de Eru.

Lo encontró no muy lejos, sentado en el medio de los hierbajos. Tenía la palma llena con piedrecillas, que tiraba, haciendo palanca con la uña.

Se detuvo cuando la vio.

—¿Por qué no duermes? Todavía falta hasta el alba.

Níniel se cruzó de brazos, incómoda.

—Y tú, ¿por qué no duermes?

—No suelo... —Eru no finalizó la idea. Sonrió sin mirarla, como si lo hacía para sí mismo, y volvió a tirar una pequeña piedra—. Te estoy protegiendo.

—Vaya... —Níniel frunció los labios para tragarse la risa—. ¿De qué me proteges?

Eru agitó la mano en el aire. Usó la que guardaba las piedras y estas se le escaparon.

—De todo eso. No conocemos la zona, no sabemos a qué nos podemos enfrentar —le explicó, manteniendo la actitud digna, a pesar de haber hecho el ridículo al perder las piedras.

—Entiendo. —Níniel avanzó y se sentó a su lado. La hierba le llegaba hasta la barbilla y le cosquilleaba la piel—. Entonces has hecho tu turno. Me toca a mí.

—Por favor. Recuerda, mi perfecto caballerismo no me lo permite.

—Pues mi sentido común no acepta verte mañana dormir encima de Lotus. Puede que entremos en territorios peligrosos y que no seas capaz de lanzar tu flecha por el cansancio.

—Puedo lanzar mi flecha incluso con los ojos cerrados.

—Presumido.

—Incrédula.

—Fanfarrón.

—Auch. —Eru se llevó la mano al pecho, llamando la atención de Níniel hacia la piel descubierta. Tenía puesta su usual camisa sin mangas, de partes cruzadas—. Vamos a competir. Si puedo dar en el blanco con los ojos cerrados, vuelves a dormirte y me permites seguir haciendo de guardia. Y si no...

—Si no lo logras lo haré yo hasta que lleguemos.

—¡Ni hablar! —Eru se carcajeó.

—Entonces es que no eres tan seguro de ti mismo —lo provocó Níniel.

Eru se levantó en toda su altura.

—Señorita Níniel va a ser testigo de mi magnificencia.

Ya lo estaba.

Níniel se mordisqueó el labio inferior. Se torció el cuello para levantar la mirada y tener una vista completa del elfo. Se tomó su tiempo para admirar las piernas musculosas, la espalda ancha, los brazos fornidos... Hasta que él notó el silencio sospechoso y se dio la vuelta.

—¿Qué esperas? Vamos, Níniel. Tendremos un problema para encontrar un blanco adecuado en esta zona.

Se alejó sin esperarla.

Níniel soltó un suspiro y se levantó también, pero no para seguirlo. Aquella hierba alta era el equivalente de la soga puesta alrededor del cuello para sus piernas.

NínielWhere stories live. Discover now