27

18 4 7
                                    


Níniel estudió a los dos niños con las manos en las caderas.

—¿Quién me lo va a contar?

Honey daba saltitos sobre los pies, mordiéndose los labios para no reírse mientras que su hermano Talon se mantenía con los hombros rectos y la cabeza gacha. El cuerpo del chico se había alargado pero su hermana se había quedado más bajita, y mantenía aún la redondez específica a la infancia. En Talon ya se podía ver la influencia de Eru, en el modo cómo luchaba para mantenerse severo y no dejarse enganchar con sandeces.

—Ha estado bien —dijo él, aclarándose la garganta después. Se había ruborizado y tenía encendidas las puntas afiladas de las orejas.

Níniel ocultó un suspiro. Chicos elfos, qué difícil era convencerlos que divertirse no era un pecado.

—¿Bien? ¡Señorita Níniel, tendría que haberlo visto!

—Sin señorita. —Ella interrumpió a Honey y durante un momento temió que la chica no quisiera continuar.

Pero una vez que empezaba, Honey era imposible de parar.

—Ganó todas las batallas. Todas. Se comentó que nunca jamás ha pasado en el Torneo de Kelegreat. ¿Lo peor? Que lo logró sin convertirse en... tú sabes. Muchos lo esperaban. El territorio estaba llenísimo, no había sitio para otras criaturas ni en el aire. Han venido para visionarlo seres que no he visto nunca, hadas de subterra, colonos que viven ocultos en capullos, castas de duendes que pensábamos, habían desaparecido. —Honey habló sin respirar. Continuó después de una pequeña pausa para tragar aire—. ¿Y sabes qué se comentó? Que Eru les venció casi sin forzarse, lo que les resultó embarazoso. Ninguno de esos se enorgullecerá de haber luchado en ese torneo —se carcajeó.

—Padre Eru está comprometido con el bienestar de cualquiera —comentó Talon. Enderezó los hombros y fue evidente por su mirada que se vanagloriaba de la victoria de Eru.

—Tú también esperabas ver a la bestia —lo acusó su hermana, después regresó para mirar a Níniel—. No se hablaba de otra cosa. Acabó con el monstruo-serpiente de Li Theshi, con el ave cornuda de Rian Aleua, con los dones dudosos de Herharice.

—¿Por qué dudosos? —inquirió Níniel.

—Porque la elfa empleaba unos encantamientos raros. Removía la tierra, desplazaba y rompía piedras, le hablaba al viento. Es muy poderosa. El comité de testigos estaba confuso, querían votar para que se retirara.

Níniel se guardó la información para investigarla más adelante. Puede que Herharice fuese una elfa poderosa, o puede que usara los encantamientos a la antigua, los prohibidos.

—¿Y con todo eso, cómo resultó ganador Eru?

—Nosotros también se lo preguntamos hasta que nos contó su secreto —susurró Honey, estudiando con una mirada el alrededor—. Dijo que cada uno tiene un punto débil y él que sabe encontrarlos. No usó la fuerza de su bestia porque empleó la mente.

Su hermano asintió, conforme.

Níniel soltó un gruñido bajo. Sospechaba que Eru se había aprovechado sin reservas de su experiencia en la guerra. Y que también había leído con atención el informe que le había presentado antes del torneo, que contenía información detallada sobre los participantes.

—Wysarora debe haber acabado encantada.

—No lo creas. —Honey se inclinó hacia el oído de Níniel—. Sin querer, la escuché decir que estaba decepcionada de no haber visto a la bestia.

—¿En serio? ¿Eru lo sabe?

—¿Saber qué?

Los niños desaparecieron al instante, murmurando excusas. Níniel se quedó sola, ofuscada porque ella no tenía preparada una.

NínielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora