Escoba

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Los días pasaron hasta llegar a las fiestas de noviembre, el aire olía a copal y flor de muerto, en la escuela los niños emocionados armaban los altares con papel picado y toda la comida que encontraban. El pueblo estaba lleno de colores, algo que parecía más festivo de lo que significaba, las catrinas gigantes adornaban el parque y las personas danzando en honor a los que no estaban inundaban las calles. Jamás espero algo así, y le encantaba.

-¡Marcela!- escucho una voz conocida saludarla entre la multitud- entre la gente una joven de cabellos teñidos caminaba en su dirección con una corona de flores y el rostro pintado- ¿No me recuerdas? Soy Paula, la hija de la nana de Renato- y detallándola se admiró de lo diferente que lucía a sus recuerdos

-¡Ya recuerdo!- la tomo de ambas manos correspondiendo el saludo- Muchas gracias, lamento las molestias de ese día-

-¿Qué dices? Es mi trabajo, además Nato rara vez pide ayuda, así que ahora tengo algo que cobrarle en el futuro- se regocijo divertida-¿Vienes con los niños cierto?- y ella asintió

-Sí, los más grandes trajeron su catrina al concurso, y estamos esperando la premiación, no me esperaba tanta gente-

-Siempre es un caos, yo he venido con el tío y mi madre, Tete anda de mala cabeza con los amigos seguramente, pero si quieres, te nos puedes unir, cenaremos e iremos al cementerio a ver a la familia-

-Seria, bueno- titubeo, mirando todo el jolgorio que se armaba alrededor

-Bien, me quedo para no perderte de vista, total, ese par están poniéndose al día con medio pueblo- sonrió tomándola del brazo como si fueran viejas amigas

Ambas se quedaron a la premiación del concurso, los jóvenes de la secundaria del pueblo se llevaron el primer lugar, mientras que los de su escuela el segundo, estaba tan feliz que no paraba de aplaudir. Paula la observo tan diferente, aunque solía enterarse de su vida por su madre o su tío, era como ver a otra persona, estaba sinceramente feliz de sus alumnos, al igual que ellos quienes se mostraban por demás afectuosos con ella. "¡Una foto!" grito Paula, y con una sonrisa en los labios envió el resultado a quien sabría apreciarlo.

Renato estaba sentado en la terraza del tostado, disfrutando el silencio de la casa, todos se perdían siempre en estos días y él no podía estar más agradecido. Por el camino las luces de los altares que daban a la calle iluminaban todo, era una vista hermosa que alguna vez olvido apreciar. Escucho el retumbar del móvil en la mesita y cerveza en mano abrió la imagen que su amiga le mando. Esperaba ver a su nana pasada de cervezas o al padre haciendo algún lio, pero lo que se encontró le hizo dejar caer un poco de cerveza en la camisa.

Marcela estaba de pie con un vestido negro de manga larga y un chal de flores, tenía su cabello revuelto cayéndole por los hombros y a su lado dos jóvenes posaban con un reconocimiento, recordó haberlos visto a su paso armando cosas en el patio, aunque siempre intentaba pasar de largo, no siempre lo lograba, la escuela estaba a pie de carretera, le era casi imposible no mirar a lo lejos, se quedó mirando la foto un largo rato, ya tenía dos meses, dos meses y continuaba en el pueblo, quizá la subestimo... por un mínimo minuto pensó en ir al pueblo, pero el solo pensar en todo el gentío desistió de su absurdo deseo.

Tres cervezas después su móvil sonó de nuevo, y haciendo a un lado ese libro al cual hacía rato no le prestaba atención volvió a centrarse en la foto. Ahora era ella con Marcela, posaban en las catrinas como si fueran viejas amigas, se veían tan felices, pero mientras esa foto le hacia sonreír la siguiente lo hizo ponerse inesperadamente en pie. Era Fernando con la morena, él le tomaba la cintura mientras ella saludaba a alguien.

Por un momento escribió "Deja de mandarme estas estupideces" pero responderle era darle alertas de que esa última imagen lo afectaba o y no deseaba eso, porque en realidad no sabía que deseaba.

La PiedadWhere stories live. Discover now