Cuerpos

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Al abrir los ojos se encontró con ese enorme brazo en la cintura, la rodeaba como si estuviera vencido, se giró en el agarre y se encontró con Renato completamente dormido, se veía cansado, y como si no hubiera dormido en días, y quizá así fue, era domingo en la mañana y llevaba casi tres noches durmiendo en su pequeño sofá.

Lo miro un largo rato, recordando sus palabras, eso no salió como alguna vez lo imagino. Solía fantasear con decirle la misma historia que a Paula, sin tantos detalles horribles pero igual de impresionante, en su sueño la consolaba y la entendía...

Era impresionante para ella que alguien se entregara de esa manera. ¿Sería capaz? ¿Ella sería capaz de corresponderle con tanto fervor? ¿Los hombres en realidad podrían enamorarse así de alguien?

-Sigues mirándome...- susurro apretándola contra su cuerpo

-Creí que dormías...-

-Algo así, estaba preocupado-

-Ese calmante me dio dulces sueños- bromeo sintiendo los labios amables de Renato en su frente

Durante el desayuno no dijeron mucho, historias que daban la vuelta a lo que sucedió el día anterior, Renato no quería escuchar aun su decisión, no quería, la había hecho sufrir de nuevo, no podría perdonárselo jamás.

Pero los temas de conversación incomodos se terminaban, al igual que sus días libres, así que a menos que pudieran hablar hasta que ella o el volvieran al trabajo no tendrían de otra que tocar el tema.

-Marcela yo...- la interrumpió cuando enumeraba las cafeterías en las que vio su marca- Yo quiero saber que sucederá con nosotros...-

Sus enormes pestañas gotearon como si fuera una respuesta automática, el estómago se le hizo un hoyo negro, eso era todo, estaba bien con ello, lo sabía, Aldo lo sabía también, el no decírselo, el ocultarlo, no le perdonaría tanto

-Está bien, Marce, está bien- intento que la voz no le fallara- todo pasara, te lo prometo. Y tú encontraras a alguien más que te hará tan feliz, yo lo sé, me encargare de que así sea...-

-No se trata de eso- se levantó de su silla para hacerse espacio entre su regazo como solía hacerlo cuando estaban en el Tostado- Renato yo te amo...- sintió sus enormes manos rodear su cintura- estoy segura que nunca harías algo para dañarme. Y aunque el miedo de que así lo fuera me inundo por unos momentos, comprendí que es imposible-

-Me cortaría una mano antes de levantarla contra ti- choco su frente con la suya dejando caer un par de lágrimas que no pudo contener

-El camino será largo y no soy fuerte... te has dado cuenta, estos días fueron nada a comparación de lo que pasa por mi mente cuando no puedo más-

-Te voy a sostener... solo no me sueltes...-

-Renato... ¿Crees que sería capaz de soltarte?- y en un movimiento fundieron sus alientos- Házmelo...- susurro entre los besos que se encendían con el rose de sus cuerpos- Tócame...- la miro para saber qué era lo que quería, pero esa mirada no tenía más que deseo.

La giro para tenerla a horcajadas sobre él, podía sentir su tamaño, y él su humedad, estaban deseosos de encontrarse con la piel que amaban. Le saco el pijama de un tirón recorrió su clavícula con besos suaves y caricias pausadas. Ella pasó sus manos por sus pechos, ardía, ardía tanto...

Uno a uno quito los botones de su camisa arrugada por la noche. El sonido del pantalón abriéndose y el frio de la madera de la mesa en la espalda de Marcela le dieron una lujuria que nunca sintió.

Ese hombre que estaba listo para entrar en ella sabía todo, lo sabía... se puso tensa un momento al procesar esas palabras y como si pudiera leerla beso sus muslos, sus rodillas y retorno hasta llegar a esa perla que rogaba por atención.

La PiedadWhere stories live. Discover now