Rota

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Estaban a unas semanas de las vacaciones de navidad, la escuela era un caos en estos días, entre los exámenes, la pastorela y todo lo que se acumulaba, Marcela se la vivía de un lado para el otro, Renato la observo detenidamente durante esos días, solía pasar lentamente frente a la escuela, su voz se escuchaba sobre la de los niños que siempre alegaban cosas. Algunas veces veía a Fernando acomodar cosas en el patio, como si fuera parte de su labor, definitivamente le llevaba ventaja, pero hasta donde él podía sentir, tenía la balanza a su favor.

-Tengo información privilegiada- llego Aldo al cobertizo donde hacían el inventario de las arpillas de café

-¿Sobre los productores?- pregunto sin interrumpir su trabajo

-Mucho mejor, de cierta morena de cabello chino y nariz de reno-

-¿Qué pasa con ella?- fingió no darle importancia, pero se acercó unos pasos para escuchar mejor

-Mi hermano me ha pedido que busque un árbol de navidad para la escuela, al parecer mi padre le pidió visitar al innombrable unos días y no podrá llegar a tiempo-

-Para que se ofrece si no puede- chasqueo molesto

-Nadie se lo pidió, él se ofreció solo, yo le dije que no tenía tiempo, pero que quizá mandaba a algún peón-

-Yo no soy tu peón- se sacudió las manos

-Pero lo llevaras ¿cierto?- lo miro divertido

-Ve a buscar un puta árbol y vámonos- e intentando no parecer emocionado continúo con su trabajo.

Era cerca del medio día, los niños se revoloteaban en la entrada de la escuela casi era hora de salir y Marcela cubría la puerta revisando libretas, él preferida mil veces llevarlo a media noche y dejarlo abandonado, pero no tenia de otra, quizá si pasaba más tiempo lo conseguiría y no quería quedar como un idiota.

Se estaciono afuera junto con Aldo, quien lo seguía a caballo por el camino. Cuando los niños vieron por la ventana a los dos vaqueros con el árbol comenzó una pequeña revolución en el aula

-¡Maestra! ¡Mire! ¡Mire! El patrón trajo un arbolote- Grito el niño que tenía frente a ella asomándose por debajo de su brazo- ¡Esta bien grande!-

Marcela se apartó de la puerta dejando pasar al enjambre de niños que caminaban al lado del árbol emocionados.

-¿Dónde va?- pregunto Aldo

-Al fondo- señalo sorprendida viendo como lo acomodaban entre su escritorio y la ventana

-Creo que quedo de buen tamaño- dijo Aldo- o ¿será que le cortemos?-

-Yo digo que así está bien, luce bien, será mejor que lo aseguremos al piso, no sea que les caiga en la cabeza- y revoloteando la cabeza de uno de los niños que lo miraba emocionado rieron

-¿Maestra le barro?- una de las niñas más grandes se acercó con una escoba y ella asintió ocultando su rostro entre la bufanda.

Estaba realmente emocionada, tanto que sintió ganas de llorar, Aldo salió del lugar para traer otra caja de la camioneta y ponerla en el escritorio, mientras ella despedía a los niños haciendo planes para adornarlo al día siguiente. Él jamás la vio hablar con sus alumnos, y mientras fingía acomodar el pino, la observaba dar instrucciones con un tono de voz amable y firme

-Ya pueden irse entonces, mañana temprano le pondremos las luces y los adornos-

-¿Podemos traer un adorno?- pregunto una de las pequeñas-Quiero poner mi esfera-

-Claro, cada quien puede traer algo y lo acomodaremos, tiene mucho espacio-

-siiiiiiiiii- gritaron los más pequeños emocionados

La PiedadOù les histoires vivent. Découvrez maintenant