Entrelazados

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Entre las sombras de la casona Sanmiguel Mateo soportaba los gritos, una bala le termino por dar en la pierna y ahora una de las únicas almas que se apiadaban de ellos intentaba sacársela. Para Joel estaba claro, este sería su fin.

Maldecía entre dientes el momento en que Marcela de la Vera se cruzó en sus caminos, no la podía tocar, Renato quemaría todo el pueblo de ser necesario para encontrarlos, aunque de igual manera sabía que solo estaban esperando que su desesperación les jugara mal.

La puerta sonó, nadie tocaba esa puerta hacia tanto... trago grueso, tomo la poca dignidad que le quedaba y se sentó en su despacho dispuesto a aceptar su destino... los pasos ligeros fueron desconocidos para él, hasta que esa figura voluptuosa se formó frente a ellos.

-Sé que necesitas sacar un bulto de aquí-

-Jimena... ¿Qué planeas?-

-Tengo las manos limpias padrino, no dudes de mi... solo quiero hacer mi buena obra-

-No confió en ti chamaca, ¿Por qué lo harías?-

-Dinero- Sonrió irónica- y por joderle un poquito la vida a Nato

-Es imposible sacarlo del pueblo, nos pisan los talones...-

-Lo sé, lo sé, pero podemos distraerlos...- saco un sobre con fotografías- él es Gabriel de la Vera, hermano de Marcela, hasta donde sé, no tiene ni idea de que sucede por aquí, el conoce a Aldo, solo debemos hacer una llamada, que el caos nazca en el tostado, y entonces, yo puedo llevar mi mudanza lejos de este embrollo-

-¿Cómo sabes esto?-

-Tengo mis medios, solo necesito su luz verde padrino, de esa manera podremos ponernos en marcha-

Joel sabía que esa mujer no era de fiar, y tenía toda la razón, su principal motivo era un ganar- ganar, poco le importaba la felicidad de Renato, pero sabía que pagaría muy bien a quien supiera su paradero, solo era cuestión de inteligencia, de días, de usar esa labia con que la vida la doto para poder ganar en esta penuria ajena.

Como el único acto de cariño hacia un hijo, acepto el trato, vendrían pronto por él, estaba seguro, así que no perdería nada intentando darles un mal golpe.

Por la noche todos en El Tostado se reunían, era hora de ir por ese hombre, la justicia a mano propia no era su cualidad, pero un poco de venganza sería prudente para estos casos, Aldo y Renato querían venganza, y esta noche la tendrían...

O al menos eso esperaban pues en el pórtico un hombre conocido se quedaba de pie mirándolos como si fueran la peor escoria de la tierra.

-¿Dónde tienen a mi hermana?- Gabriel de la Vera estaba frente a ellos dispuesto a llevarse a cualquiera al infierno, sus ojos estaban rojos de coraje y su mirada no se apartaba de ese hombre que le dio la cara hace tanto- ¡¿Por qué tienes a mi hermana aquí?!-

Su grito retumbo en el lugar, y Marcela pronto apareció por el pasillo. Apenas la vio el alma se le fue al suelo, tenía el rostro hinchado y las manos vendadas, en qué clase de infierno la había dejado perderse nuevamente. Subió escaleras arriba desesperado, la tomo del brazo y llevándola con el planeaba salir.

-¡SUELTAME GABRIEL!- grito su hermana empujándolo lejos- ¿Qué haces aquí?-

-Ellos, ellos saben de ese maldito, ellos te tienen aquí...- estaba completamente fuera de sí, esa llamada le congelo la sangre y el confirmarlo con sus propios ojos le partía el alma

-No es así...- intento razonar con su hermano, pero este no apartaba la mirada de esos hombres que se quedaron pasmados frente a él

-Es Renato, el hombre que te quería presentar, Camila lo conoce, ellos no levantarían ni un dedo contra mí-

La PiedadWhere stories live. Discover now