Pasado

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33 horas habían pasado...

Gabriel sostenía hielo sobre el morete que le hizo Renato después de saber que Harold termino en la carretera sin quien llevaba a su lado. Estaba endemoniado, quería matarlo, abrirle la cabeza de ser necesario para hacerle ver cuánto la había cagado.

Aldo y Fernando intentaban razonar con él, buscar un medio, lugares, personas lo que fuera que pudiera llevarlos con Marcela.

-Quiere un trofeo- dijo Harold en un rincón entre los desesperos de los presentes

-¿Qué dices?- Renato lo fulmino con la mirada

-Si quisiera dinero en realidad lo hubiese pedido, además no creo que les falte, es más bien un tipo de venganza personal-

-Amigo, no creo que eso sea tan adecuado ahora- Camila quien llego horas atrás intento persuadirlo de continuar

-No, si lo es, porque de lo contrario buscaremos en lugares donde no encontraremos nada- el silencio se centró en su persona- es claro que no la quiere con él, pero también que gozara el sufrimiento de Renato, dos por uno, así que querrá ser encontrado, pero hasta que su juego termine, hasta que crea que lo ha logrado-

La desesperación en Renato era palpable, sus ojos apenas se veían de tanto rojo, no podía más, estaba a punto de volverse loco, de perder el piso, pero no podía darse ese lujo.

-Debemos empezar por algo- dijo Aldo- y yo sé por dónde, debes ir con mi padre, él debe tener algo- señalo a Fernando y yo haré lo propio, Renato quédate aquí por si algo ocurre y los demás busquen un medio por el cual puedan dar aviso a las autoridades-

No era un plan, pero era más que quedarse en ese lugar dando vueltas en la nada, Aldo salió disparado por la puerta y Paula que esperaba en la entrada corrió tras él, conocía esa mirada, estaba decidido, ¿Pero a qué? ¿Qué pasaba por su mente?

-Aldo-

-Ahora no-

-¡Aldo! ¿Qué harás? No hagas ninguna locura-

-Largo- la empujo al sentirla aferrándose a su brazo

-Aldo- se paró frente a la camioneta

Pero eso poco le importo, y dando marcha atrás se perdió en el camino con ella corriendo tras él, arrancándole el alma en cada palabra. Jamás la trataría de esa manera, pero al fin llegaría la hora de mandar a todos al diablo. Quizá de manera egoísta e ilusionada espero hasta el final para hacer lo correcto. Pero no es tan fácil decidir entre tu propia felicidad y la de alguien más.

Ahora no tenia de otra, no podría seguir respirando si la mejor amiga de la mujer que amaba no lo hacía, si la mujer del hombre que le tendido la mano desde niños no lo hacía...

-¿Aldo?- El Padre quien recibió su llamada lo esperaba en la puerta del lugar

-Tome- entrego una carta- es para Paula, pero no se la de ahora-

-¿Qué harás? No me asustes chamaco-

-Lo correcto- sonrió- ¿Puede?...- y ahogando su lagrima el padre bendijo su persona y lo abrazo dándole la fuerza que necesitaba

Cuando Fernando entro a su casa, se encontró con su padre sentado en la entrada, como si lo estuviera esperando de días, lo miraba con desaprobación, como lo miro desde que era un crio, el hijo menor, el más tonto, el menos hábil, el que sin saber porque escapo de casa.

-¿A qué te mando?- le lanzo en automático

-No sé de que hablas- siguió con rumbo a su cuarto como intentando pasar desapercibido sin éxito

La PiedadWhere stories live. Discover now