Basura

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Antes de que amaneciera vio las luces en el pasillo, ya estaba de vuelta la electricidad, aunque la lluvia continuaba afuera. La cabeza de Renato descansaba prácticamente en su coronilla, se acomodó aún más cerca hasta sentir la piel del cuello de Renato con sus labios, se le hacía agua la boca con solo imaginarse probando su piel. Tenía demasiado tiempo que no deseaba a nadie.

Renato bajo su rostro para encarar el descaro de su toque, automáticamente el rubor le llego, no pensó que tuviera el sueño tan ligero por el peso que dejaban sobre su cuerpo, estaba casi segura que dormía completamente, pero al parecer no era así.

-¿Todo bien?-

-Aun llueve-

-Supongo que deberé ir al rancho aunque sea a pie-

-Aun no amanece... solo espera un poco más...-

-Marce... ya no puedo...- su voz se cortaba posando sus manos con mucha más firmeza sobre el cuerpo que tenía entre sus brazos- Me estas matando lentamente...- y terminando la frase sintió esos labios en su cuello.

Definitivamente la cordura le salto por la ventana, no podía pensar en nada que no fueran esas manos que recorrían su torso, esos labios que subían lentamente por su mandíbula y toda esa sangre que se acumulaba en su entrepierna. Por un momento creyó estar en un sueño, no sería la primera vez, pero el palpitar acelerado del corazón de la mujer que temblaba entre sus brazos le decía que era real.

La tomo de la cintura para levantarla hasta topar con su rostro, los besos que guardo para ella se desbordaban en su boca y ahora no podía contenerlos. Marcela se aferraba a su camiseta, dio todo de si hasta ese momento para dejarle en claro que le deseaba tanto como él a ella.

Delicadamente se giró hasta tenerla bajo su cuerpo, acaricio su rostro con los nudillos, y ella perseguía el camino de su abdomen a su cadera con manos nerviosas. Se colocó entre sus piernas y la delgadez de los pijamas les permitió sentirse, estaba duro, tanto que le dolía y ella palpitaba como nunca. Los besos se hicieron cada vez más acelerados al igual que los movimientos que les hacían frotarse uno con el otro.

-Te deseo... Te deseo tanto que parece una locura- le susurro dirigiéndose a sus pechos los cuales para su sorpresa desnudo ella misma dándole una completa luz verde que no espero-Dios...-

Se los llevo a la boca con la mandíbula temblando, no quería ser brusco, no quería lastimarla, pero el deseo le azotaba incontrolable y sus manos apretaban en busca de esos sonidos que solo el placer lograban.

Marce se cubrió el rostro en éxtasis, nunca nadie la adoro de esa manera, verlo bajar su pijama lentamente mientras cubría cada centímetro de su piel con besos lentos y delicados, era como si supiera todo el sufrimiento que cargo ese cuerpo.

Cuando estuvo a sus pies, se levantó frente a ella para quedar en igualdad de condiciones, la mañana empezaba a dibujarse por la ventana, sus brazos grandes, sus piernas fuertes, todo él era un sueño. Estaba segura que jamás en su vida miro ojos tan azules, y menos unos que gritaran tantas cosas como en ese momento. Subió sobre ella con cautela, beso la planta de sus pies haciéndola reír, y así continuo hasta que la humedad en sus muslos fue encontrada.

El contacto de su lengua con su intimidad le hizo arquearse enseguida, por un momento las voces del pasado llegaron a su cabeza, pero al abrir los ojos y toparse con esa imagen de rubios cabellos en medio de sus piernas supo que no tenía nada que pensar, estaba segura, estaba en sus manos.

Todo el cuidado que tenía se fue al carajo una vez que probó su paraíso, la observo levantar la espalda entre gemidos que intentaba reprimir cubriéndose la boca avergonzada. Continúo probándola levantando sus caderas para poder comerla toda. No podía más, quería sentirse en ella, la quería...

La PiedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora