Meses

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-Buen día- entraba Fernando por la cocina saludando a doña Emilia

-Buen día muchacho, tu hermano ya está en el campo-

-Lo sé, vengo de ahí- se acomodó en la mesa de la cocina- hoy vengo de emisario del diablo- se trono los dedos nervioso

-¿Qué paso? ¿Qué quiere el jodon de tu padre ahora?-

-Lo de siempre nana, pelear con Nato- tomo la taza de café que aparecía frente a él mágicamente-¿Ya se levantó?-

-No deben de tardar en bajar-

-¿Deben?-

-Sí, el patrón trajo a su novia por el fin de semana- contesto una de las muchachas de la cocina

-Chamaca hocicona- le golpeo con el trapo la nana

-¿Novia?- pregunto con miedo

-La maestra...- dijo Emilia sentándose a su lado- niño, no hagas muinas- le acaricio el brazo mirando cómo se descomponía

-¿Por qué Emilia? Fui bueno sabes, fui amable, cortes, y llega él y simplemente gana-

-Las Hernandez siguen solteras- bromeo

-Nadie en este pueblo quiere nada conmigo por ser hijo de mi padre, y lo entiendo, incluso me fue difícil controlar los celos, no soy un hombre bueno... pero estaba dispuesto a serlo-

-Si estuviste dispuesto con ella, seguro estarás más que puesto cuando llegue alguien más que si sea para ti-

-Pero nana, y ¿si ella lo era?- Emilia lo miro dándole la respuesta más obvia, no lo era, lo sabía, pero le gustaba pensar que podría serlo- creo que le diré que no lo encontré... necesito tiempo para asimilar la derrota- se levantó con la taza en mano- me la llevo-

-Le diré que viniste- y asintiendo salió por la puerta que entro

Se quedó en la camioneta un rato, mientras giraba el rancho para salir, la miro sentada con ese vestido rosa de tiras mirando la inmensidad del Tostado, el tenia aún más que ese maldito campo, pero en ese momento se dio cuenta que ni dándole el mar entero lograría ese gesto en ella, ese gesto que solo lograba sacar Renato.

****

-Buenas, buenas- la voz de Fernando se escuchaba por el patio de la escuela

-¡Hola!- se asomaba una marcela acalorada por la ventana

-Al fin han terminado las clases- se quedó de pie en la entrada abanicándose con el sombrero

-Así es, ya solo debemos entregar la papelería en la ciudad y libres seremos- aplaudió en compañía de Teresa

Tenía casi cuatro meses sin hablar, Fernando marco una distancia puente entre ellos, estaba avergonzado por cómo se puso la última vez, y después de verla una docena de veces junto de Renato supo que no tenía lugar alguno con ella. Aun así prefería quedarse a su alrededor.

Era de las pocas personas que lo aceptaban sin chistar, siempre podían hablar, y no quería perder eso por ser un necio que no sabía ceder. A Renato esa amistad no le daba buena espina, pero no era nadie para podérsela impedir, procuraba estar alerta, al igual que Aldo, pero al parecer no tenía intenciones ocultas, al menos ninguna que pudieran ver claramente.

Marcela renació entre el amor y la piedad, la última vez que visito a sus padres estuvo irreconocible, era toda risas y ánimos, incluso salió algunas veces a la ciudad, aunque regresaba agotada de ello, lo estaba intentando, intentaba con tantas fuerzas salir adelante que no podían imaginar ni si quiera cual era el motivo de ello.

La PiedadWhere stories live. Discover now