Intrusa

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El calor arrecio en el pueblo, algo en el aire no se sentía cómodo, era como si Renato pudiera notar en todo su alrededor un mal presagio. Termino de contar temprano, esa noche iría donde Marce para aprovechar los días antes de que se marchara a casa; tenía todo listo, pero aún estaba nervioso, miro su teléfono, no había nada, entro a su despacho, pensando olvidaba algo, pero no fue así, todo estaba en orden, en tanto orden que cuando levanto la mirada sintió como todo caía por su propio peso como si ese despacho y esos tacones negros se unieran en un hoyo negro.

-Renato...- dijo en un susurro con cabello negro bien peinado y las gafas de sol desapareciendo de sus ojos- Hola- la voz se le quebraba y sus labios dibujaban un puchero que no sabía distinguir si era verdadero o estaba previamente ensayado

-¿Qué haces aquí?- pronuncio después de un largo rato de mirarle como un idiota

-La estoy pasando mal- camino hasta el chocando con sus manos las cuales la detuvieron de golpe a una distancia adecuada- Nato, de verdad, necesito que me escuches- y sollozando como una niña se dejó escuchar en toda la casa-

Jimena Juárez, la persona que tomo la poca ilusión juvenil que tenía Renato y las destruyo, se encargó de enamorarlo y mostrarle todo lo que no tenía, le quito tanto dinero que se sintió avergonzado cuando se dio cuenta de ello y de la nada, un día, se levantó con la noticia de que se fue del pueblo con todo y jamás regreso.

La busco, intentando encontrar una lógica a sus actos, no podía ser así, ella lo amaba, al menos eso solía decirle. Pero cuando la encontró, ya estaba con alguien más, con alguien a quien si miraba a los ojos, con alguien con el cual fingió que nunca en su vida lo había visto. Le rompió el corazón, le clavo la humillación en la frente y lo tiro al rio.

-Sea lo que sea, no puedo ayudarte-

-Solo necesito que me escuches Renato, no puedes ser tan cruel-

-Claro que puedo- y tomándola del brazo camino con ella el pasillo entero hasta la entrada donde su nana abría la puerta feliz

-¡RENATO!- grito llorando- Si me sacas de aquí me va a matar- y sintiendo como el frio le rodeaba la nuca se detuvo en seco

-¿Qué hiciste?-

-Deje a Oscar, están por incautar su ganado, pero si alguien sabe que yo fui quien lo denuncio me va a matar-

-¿Por qué harías algo tan estúpido?- la soltó girando molesto sobre su propio eje

- Quería inculpar a mi padre, él ha hecho todo bien, pero yo no, lo acepto y óscar mucho menos, es un buen hombre pero le gana el dinero, así que lo denuncie, lleve los papeles y escape- miro sus dedos avergonzada- este es el único lugar donde nunca me buscaría-

-¿Por qué mierda me metes en tus asuntos?-

-¿Crees que quiero estar aquí?- lo encaro - ¿Crees que quiero venir y que me trates como basura?-

-No puedes quedarte-

-Solo una semana-

-No-

-No me notaras, solo déjame quedarme, dormiré en los malditos cafetales si es necesario pero solo hasta que sepa que esta tras las rejas-

-Nato...- intervino su nana mirándolo molesta

-Nato- se acercó tomándolo amablemente del brazo

-Hablemos en el despacho- camino delante de ella ignorando las malas miradas que se encontró a su paso

Se tomó el tiempo para hablar con ella, escucho toda su versión e hizo unas cuantas llamadas discretas. Era verdad, lo que decía era hasta cierto punto verdad. Sabía lo que tenía que hacer, pero por alguna razón, algo en él no le permitía poder cerrarle la puerta en la cara.

La PiedadWhere stories live. Discover now