La Piedad

Hablemos de amor

Apenas piso el lugar se arrepintió, pasaron meses desde la pelea, pero ahora estaba tomando todas sus culpas en sus manos. Recordaba a su padre en la constructora con la pequeña Marcela de la mano, era su ser más amado, la única hija de su sangre, a quien dio todas sus esperanzas, la estrella más grande en su cielo.

Por eso quería cuidar de ella, porque así como la amo, también lo amo a él, le llamo hijo y le enseño a proteger a su familia, le enseño a cuidarse de aquellos que él prefirió tener cerca y se arrepintió de criar con envidia. Pero le termino fallando, no solo no pudo cuidar los pasos de su hermana, tampoco acepto los de quien la levanto de la nada.

Era doloroso ver como otro lugar era parte de ella, se suponía que debía ser feliz en casa, como cuando eran niños, no esto... al menos eso pensaba, porque al mirar el camino que llevaba al campo la miro... "Parece que ese lugar fue diseñado para ella" recordaba las palabras de su esposa mientras la vista de ese hombre rubio con camisa a cuadros estaba frente a su mirada, caminaba lentamente mientras Marcela jugueteaba frente a él con un sombrero sobre su cabeza.

El la miraba como si a su alrededor la vista no fuera lo suficientemente hermosa, como si en ella estuviera su mundo entero, sonreía con el alma y ella brillaba como nunca la vio, nadie nunca la hizo brillar así. Mientras el camino se acababa vio a Renato atraparla entre sus brazos y susurrarle el infinito en el oído, las manos de su hermana se anudaban en el revuelto cabello rubio del hombre quien la alejaba del piso para hacerla girar entre sus brazos... no vio a nadie amar a otra persona de esa manera...

Apenas el camino se terminó la sorpresa de verlo de pie frente a la casa les golpeo, Marcela corrió directo a él como cuando eran niños, avergonzado y temeroso correspondió el encuentro, no pudo decir nada de lo que había preparado, todas esas palabras se quedaron en su mente luchando por salir. "Perdóname, perdóname por no cuidarte, por no confiar en ti, perdóname por mirar a otro lado, por creer que todo estaba bien, que serias fuerte sola, por dejarte sola" nada de eso pudo salir, pero ella lo entendía, ella tomaba toda esa culpa y vergüenza y la tiraba en el pasado.

Chocaron sus frentes como cuando eran niños, por primera vez se animó a mirarla, "Lo lamento tanto..." soltó repasando la cicatriz en su rostro, pero ella ya estaba cansada de escuchar disculpas, así que sonriendo respondió "Nada de aquello vale ahora"

Entraron juntos a la casa, Renato estaba sentado en la mesa del comedor tomando una taza de café caliente, Emilia apretujo al muchacho recibiéndolo nuevamente, pero esta vez con cariño, intento recomponerse y hacer lo que debió hacer en un principio. Las preguntas correctas. Desde ¿Cómo se llaman? Hasta ¿Qué hacen en este rancho?

-Gracias por venir- dijo Renato ofreciéndole una cerveza

-Aldo es una persona muy persistente, y pues escucharlo me sirvió...- abrió la lata tímidamente- Gracias...-

-La idea de que estuvieran enemistados le quitaba brillo, lo hice por razones egoístas- levanto los hombros- me arrastraría ante cualquiera con tal de que su felicidad fuera eterna-

-Tus sentimientos son fuertes- asintió viendo a ese hombre que no podía unir a sus palabras en su mente- oye, me lo he preguntado todo este tiempo... y quizá peque de prejuicioso con mi propia sangre, pero... ¿Por qué ella?-lo miro directamente a los ojos encontrándose con una calma que no esperaba

-Porque la primera vez que la vi me corto el aliento, porque me hizo reír como idiota, porque le canta conmigo mientras manejo. Porque toma como cualidades todos mis defectos-lamio sus labios- se lo que piensas, se cómo la miras, pero yo siempre supe todo, y la mire igual que el primer día, la Marcela que conoces, la que vi en ese salón por primera vez y la que hizo pedazos Mateo, todas ellas las conozco, las he tenido a mi lado cada día y cada noche, y las amo, y me aman. ¿No se supone que eso es el amor?-