Sentimientos

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Renato

Cada día que pasaba el alma se me partía un poco más, entre tantas perdidas a mí alrededor ya no encontraba un lugar seguro. Todo el caos me sobrepasaba y no podía estar un segundo más de pie, al menos no así de estoico. No así de fuerte. No sin ella.

La ciudad era más fría que el campo, y el asfalto me hacía querer salir corriendo, me ahogaba, no estaba seguro de poder seguir. Pero ella me necesitaba, y no quería verme débil ante todos los que creían tener razón alrededor de ella. Quería protegerla lo suficiente, al menos hasta que pudiera decidir por sí misma.

Desde que despertó estuve a su lado, poco a poco regreso en sí, pero todo lo que sucedió le pasó factura. Hablaba poco, lloraba mucho y no podía mirarme a la cara, apenas comía y tenía que hacer un gran trabajo para poder hacer sus declaraciones. Por las noches la pasaba mal y entonces ella me daba fuerzas, buscaba mi mano en la oscuridad, con miedo y desespero. Aún estaba ahí, aún era ella.

-Mañana te darán de alta Marce- dije acomodando sus almohadas- ¿A dónde quieres ir?- me senté a su lado buscando la sonrisa más amable que pude encontrar

-¿Me... me llevaras con mi madre?- dijo en un susurro mirando la ventana

-¿Quieres ir donde ella?- negó aun sin mirarme-está bien, ¿quieres ir donde tu hermano y Camila?- volvió a negar con la mandíbula temblando

-¿Puedo...?- se ahogó con sus palabras apretando la sabana me partía el alma verla así, pero sabía a qué se refería, sabía que quería decir, pero necesitaba estar seguro de que no estaba tomando una decisión que no me correspondía

-¿Vamos a casa?- y como si esas palabras le trajeran a tierra me miro.

Por primera vez en dos meses me miro asintiendo aligerando el agarre en la sabana, quería ir a casa, debía ser fuerte, solo un poco más, solo un poco más; me levante para besar su frente, el primer acercamiento espontaneo que me permití en todo este tiempo, me tomo de la camisa, y envolviendo sus brazos poco a poco entre mi cuello, pude volver a tocarla. La abrace, la traje conmigo y la sentí acunarse en mi cuerpo.

Por la mañana del siguiente día, Emilia llego para ayudarnos, la cuido como lo haría una madre y yo las mire a lo lejos lamentando la distancia que se creaba con su familia. En el camino durmió profundamente, estar en el hospital fue agotador para todos.

En casa fue una fiesta de emociones, todos la esperaban emocionados y felices de verla de regreso, pude ver en su rostro la felicidad de tener un lugar al que volver y me sentí complacido de saber que ese lugar estaba conmigo.

-¿Dónde está?- pregunto mientras abría las cortinas

-Ahora en prisión, hace un mes en el hospital-

-¿Te lastimo?- negué sentándome al pie de la cama

-Claro que no, soy muy fuerte- simule mostrar mi musculo intentando hacerla reír- no te preocupes, todo está en orden ahora, su padre se entregó-

-Aldo...-

-Estará bien, Fernando y Teresa están con él, pero tardara un poco más en recuperarse-

-Siento que es mi culpa que te veas tan cansado, que el este en ese estado, que mi hermano sufra... todo, todo es mi culpa... perdón- se cubrió el rostro quebrándose- quiero pedirle perdón a Paula, ella debe estar pasándola mal...-

-Marce...- llegue a ella para tomar sus manos- Nada de esto es tu culpa... mírame- busque su mirada sintiendo sus lágrimas en mis manos- de verdad, nada de esto es tu culpa, está loco, y eres tan preciada que no pudo soltarte... aun si nadie en la piedad te hubiera conocido, ellos nos hubieran hecho daño. Esto no es tu culpa...-

La PiedadWhere stories live. Discover now