Historias cruzadas

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Mateo Sanmiguel era un hombre encantador, tenía todo lo necesario para serlo, era un joven de espalda amplia y sonrisa brillante, siempre andaba impecable, un amante de la buena comida, las mujeres y los lujos. Era por mucho el hijo favorito de su padre, el menor y el único de los tres que heredo sus gustos y sus males, lo era todo y al mismo tiempo no era nadie.

Ahora mismo estaba dejando atrás a Brenda, la media hermana de Marcela, cuando se dio cuenta de que no podría tener nada más de ella se le termino el amor. Aunque a ella también se le estaba terminando la paciencia, después de que su familia le diera la espalda y la dejara sin un peso. Por un momento creyó que la herencia de su padre los podría sostener, pero escapar de la justicia era caro, y con el tiempo entendió que relacionarse con el también. Así que con los dos pesos de vergüenza que tenia se compadeció de su hermana dejándolo atrás y llamando a su hermano para delatarlo.

-Tardaste mucho- le recrimino a su hermano subiendo al auto

-Solo vine porque padre me obligo- dijo sin siquiera mirarlo- ¿No podrías solo escapar y ya?-

-¿Traes mis papeles?-

-Toma arrojo el sobre que le dio su padre-

-Con lo que me gustaba ser quien era...-

-No me digas nada de tus malos pasos-

-¿Qué? ¿Es pecado? Por lo que me dice papá ya te contagio el padre sus moches. O te vas a poner de moralista como el Aldo, hombres de poco pito-

Fernando no le contesto, no era que adorara el modo de vivir que tenían su hermano y su padre, pero aun no sabia cuan pesada era esa sangre, por su parte Aldo se había terminado ahogando por ese peso, y aunque el mismo lo vio descender en la culpa y el dolor, aun no descubría su propio peso.

Manejo durante horas hasta que llegaron a la frontera, ese seria un mejor lugar para el, se podría mover a gusto y quizá y con un poco de suerte desaparecería para siempre. Fernando y el hablaron poco, y se molestaron la mayor parte del tiempo.

-Quizá a final de año regrese al pueblo- dijo Mateo al día siguiente mientras se despedía de su hermano

-Sabes que papá terminara ya con su candidatura, no tendrá el mismo poder que ahora-

-Pero igual es un lugar alejado de la mano de Dios, y lejos de ustedes y seguramente el padre chismoso nadie mas sabe de mi, así que seria bueno, ir, dejar morir el tiempo y después poderme marchar, seguro que ustedes siguen sin saber como se maneja el campo-

-Si tanto sabes ¿Por qué no te quedaste?- le recrimino molesto- no es que no queramos el campo, Aldo lo ama mas que a nada, pero preferimos comer tierra que seguir bajo sus malditas sombras-

-Bien lo dijo papá... esa mujer te trastorno la cabeza...-

-¿Tu que sabes?- regreso furioso sobre sus pasos- No te permito que si quiera la nombres-

-Ni si quiera se quien es cálmate- chasqueo la boca- solo sé que el Patroncito se la coge y tu no...-

-Pendejo...- y subiendo al auto lo dejo atrás con un coraje en el pecho que no lograba entender.

*******

Las torretas alumbraban el lugar, Era casi media noche, pero aun así continuaban trabajando, repasaban de principio a fin la calle buscando algún indicio de ese hombre a quien al parecer todos buscaban. Renato se estaciono a unos metros del lugar, y lo repaso por su propio pie, hacia unas horas que lo vieron irse, quizá si tomaba la carretera podría encontrar algo, y mientras repasaba rápidamente sus opciones hablando con uno de los policías que tenia como informante se dio cuenta de que no estaban solos.

La PiedadWhere stories live. Discover now