Prólogo

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Ro era un joven con 16 años cumplidos, que era querido en su pequeño pueblo; lleno de alegría y amor, alguien que era pretendido por todo el mundo, pero que solo un hombre fue capaz de captar su atención, Son HyunWoo era el dueño de su corazón.

El hombre que le enseñó todo lo que sabía y que intentó salvarlo ese fatídico día que fue arrebatado de su hogar.

Piratas habían llegado al pueblo, incendiando todo a su paso para espantar a la gente y robar todo lo posible. Ro había corrido a resguardar a los niños, pero esos maleantes lo alcanzaron. Los niños eran muy chillones y frágiles como para que sobrevivieran a los viajes, pero el doncel tenía edad suficiente.

Fue atacado por la espalda; intentó huir, sin embargo, lo tomaron entre varios hombres para dejarlo inmovilizado y que no pudiera esconderse. Mordió a un sujeto y corrió hacia Son, el protector del pueblo, pero él fue derribado, dejándolo inconsciente. El menor quedó espantado, pero no dejaría ser atrapado con facilidad.

Lamentablemente, por mucho que luchó, fue alcanzado y llevado hasta ese barco, lejos de su familia, lejos de su tierra, lejos de su hogar.

Fueron noches llenas de ansiedad, miedo y terror, conviviendo constantemente con la muerte, viendo cómo otros prisioneros eran lanzados por la borda cuando perdían la vida. Muchos donceles que alguna vez fueron sus amigos fueron cayendo. No tenía esperanza posible de sobrevivir, no sabía lo que había más allá de su hogar, no sabía a dónde iría a parar.

Al llegar a tierras desconocidas, le pusieron ropa decente para ser vendido al mercado de esclavos, donde fue comprado por un hombre de cálida mirada.

— no tengas miedo. — le habló, aunque no podía entenderle. El menor comenzó a llorar desconsolado, sabía lo que ese hombre quería transmitir, mas no podía entenderle. — hey, te llevaré a un lugar a salvo, pero debes ponerte de pie. — cuando le tendió la mano, él la tomó, intentando pararse, aunque su cuerpo ya no podía sostenerse por sí mismo, y el mismo caso sucedía con otros donceles. — me llevo a todos los donceles. 30 monedas de oro por los 10. — exclamó el hombre, entregando una bolsa con lo acordado. Los mercaderes aceptaron de inmediato. — soy Kwank JiSung, general del ejército de Joseon, serán llevados al Palacio Imperial donde le servirán al rey Lim JaeBeom y a sus príncipes.

El hombre sabía que no había caso hablarles, ya que ellos no entendían, eran extranjeros, provenían de tierras muy lejanas. El palacio donde ellos servirían estaba lejos aún en un viaje a carreta, pero intentaría llevarlos a todos para sacarlos de la miseria.

Durante el viaje, los donceles fueron muriendo, no sobrevivieron. Sus cuerpos estaban en un estado frágil, insanos y enfermos, pero murieron recibiendo una muestra de humanidad y fueron enterrados con dignidad. Finalizada la ruta, solo quedó un doncel.

JiSung llevó al chico entre sus brazos hasta un pequeño cuarto donde recibiría atención médica y, apenas se recuperara, empezaría a trabajar para el palacio. Durante lo que sanaba, aprendía pequeñas palabras y ya podía comunicarse.

— tu corazón ya late fuerte. — le indicó el guardia, entregándole un atuendo adecuado. — puedes caminar y comer bien, así que puedes trabajar. La señorita YeoJin se encargará de indicarte lo que debes hacer y lo que tienes prohibido.

— prohibido... — repitió, haciendo señas, cruzando sus dedos en una X y negando. — ¿prohibido?

— sí, lo prohibido. — confirmó. — ahora, ponte tu uniforme. — le indicó el atuendo, poniéndolo contra su pecho. — Cuando domines nuestra lengua, yo te daré un nombre y apellido.

El joven sonrió sin comprender una palabra y, apenas el mayor salió del cuarto, se puso la ropa que le entregaron. Era ropa muy diferente a la suya, por lo que intentó replicar la forma de ponerse el vestuario, pero había cosas que no encajaban.

Cuando salió a buscar a ese hombre, él se escandalizó al ver su pecho descubierto, su camisa fuera de los pantalones y el pañuelo que debía usar en ese cabello largo y rizado siendo usado como un cinturón. Bueno, se veía bien, pero no correspondía.

Lo metió de nuevo al cuarto y lo ayudó a vestirse bien, a abrochar los botones de su camisa y a meterla dentro del pantalón, a ponerle el pañuelo en la cabeza, le puso una falda delantal y acomodó el pañuelo en su cabeza para que esos rizos no molestaran su rostro.

El chico tomó un rizo bastante largo y lo estiró hasta su mejilla, mostrándole al soldado lo extravagante de su cabello.

— prohibido. — le dijo, indicando que quería cortarlo para mayor comodidad.

JiSung tomó su cuchillo y le ayudó a cortarlo un poco. Sería difícil emparejarlo, pero dejarlo hasta la nuca y que no estorbara la vista bastaba. Cuando terminó, recibió un abrazo de ese joven.

Era un niño aún, por lo que lo metió a la cocina a trabajar.

Fue difícil, vaya que lo fue, incluso tenía miedo, pues la señora encargada de la cocina lo golpeaba en las manos con una vara para castigarlo si no hacía las cosas como quería.

Una tarde, fue enviado a limpiar un cuarto, con una cubeta de agua y una esponja. Como estaba muerto de hambre, fue con prisa al cuarto que le habían indicado, pero a mitad de camino, chocó con alguien que no había visto antes y cayó frente a él. Era un hombre más alto incluso que el hombre que lo salvó, vestía de colores oscuros y tenía el cabello negro, una mirada fría y a la vez benevolente; él le extendió la mano y Ro la aceptó de inmediato, poniéndose de pie.

— ¿Cuál es tu nombre? — le preguntó el gran hombre, pero el menor no le entendió. — dime tu nombre. — no sabía qué contestar. — estoy esperando.

— prohibido. — le dijo, señalando sus labios. — prohibido hablar.

— ¿Quién te prohibió hablar? — volvió a preguntar.

— prohibido, prohibido hacer. — Ro sintió vergüenza de sí mismo.

— él, su majestad, es un esclavo. — habló JiSung, apareciendo en el momento indicado. — lo compré en el mercado de esclavos. Viene de tierras lejanas y aún no aprende nuestro idioma.

— ¿Y tiene nombre?

— aún no puede decírmelo, no me entiende. — contestó con tristeza. — chico, ve a limpiar. — ordenó, entregándole la cubeta con poca agua ya. — enviaré a alguien a que lleve más.

Eran pocas las palabras que lograba entender, pero lo hacía; siguió las órdenes y se retiró tímidamente.

— Es lindo, tiene la belleza de un Doncel de la Corte. — habló el rey. — ¿no le has dado un nombre aún?

— no, aún no. — respondió.

— Le falta mucho por pulir para ser un Doncel real, pero tiene una belleza natural, su juventud...

— sospecho que no tiene más allá de 16 o 17 años. — le dijo el guardia. — Como flor en invierno, logró sobrevivir contra todo pronóstico.

— Park JinYoung, ese va a ser su nombre de ahora en adelante. — indicó el rey. — Cuando esté listo, ese va a ser el regalo de este reino a este extranjero.
























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Me piqué y la subí
Ojalá disfruten
Plis, apoyo, suplico, ruego JAJFJFJS
Mi autoestima se basa en

Slave (JJP)Where stories live. Discover now