Eres detestable y lo sabes

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Albus se despidió de su padre con una promesa pesando en su lengua. Y la cumpliría.

Por eso se encontraba caminando a la recepción, en donde se suponía que empezaría su camino de redención.

-¿Por qué estás siguiéndome? -Su pregunta destiló desdén.

-No te creas tan importante -James paso junto a él, adelantándose por unos cuantos pasos.

Cierto, el tarado solicitaría un tutor. Albus giró los ojos y lo siguió por la misma dirección.

No había dado ni dos pasos dentro la habitación cuando lo notó, de pie junto al escritorio de McGonagall, reluciente y llamativo como si de un faro se tratase, Albus quiso patearle la cara.

  La versión masculina de Barbie giró sobre su eje al escucharlos llegar. James inmediatamente atrapó su atención, como si fuera una llama y los ojos grises de Scorpius una inocente polilla. Un sonrojo se extendió por sus pómulos altos y una sonrisa boba bailó en sus labios.

  Hasta que se fijó en Albus y la burbuja reventó. Su pulso se disparó con satisfacción al saberse responsable del cambio de humor drástico del rubio.

-Potter -Escupió con asco como si exclamara la peor de las maldiciones.

-Malfoy -Imitó su aguda y ridícula voz de niño mimado, haciéndolo fruncir el ceño y tensarse por completo.

  James solo presenciaba el intercambio sin sorprenderse en absoluto. Rodó los ojos ante la actitud tosca de su hermano y ofreció una sonrisa agradable a la contraparte de la discusión.

-Hola -Albus tuvo que reprimir su carcajada cuando el chico dejó caer sus libros al escuchar la voz de su hermano.

  Vaya, quien diría que comenzaría ese día descubriendo la debilidad del cretino Malfoy. Su mañana auguraba grandes cosas después de todo.

-¿Qué hacen aquí? -Preguntó con tono suave.

  Obviamente la pregunta era para James, pues estaba seguro de que Scorpius se arrancaría el mismo la lengua antes de dirigirse a él de esa manera.

-¿Por qué te daríamos explicaciones a ti? ¿Eres dueño de este lugar acaso? -Sin embargo, fue él quien contestó. Sonrió maliciosamente, ignorando el intento de regaño de su hermano y lo remató con un- ¡Oh! ¡Déjame adivinar! ¿Tu papi te compró la escuela? ¿Es eso?.

Scorpius abrió la boca para contestar, pero McGonagall lo interrumpió adentrándose a la habitación.

-Señor Malfoy, aquí está su credencial.

  Le entregó la pequeña tarjeta que le daban a los tutores. Esa que les permitía sacar cualquier cantidad de libros de la biblioteca, justificaba retrasos a clases y, en algunos casos, los salvaba de castigos. Era el comodín dorado que muchos querían, más no estaban dispuestos a cumplir con el trabajo que requería.

  Albus comprendía el porqué, era realmente agotador, gastar horas y horas de tu semana intentando alimentar un poco las mentes mediocres de gente como su hermano.

-Señor Potter -Saludó la profesora, y luego un poco más sorprendida al fijarse en él- ¡Señor Potter! Es una sorpresa tenerlo por aquí.

-Quisiera solicitar unos segundos de su tiempo, profesora Mcggonogal.

-Oh, interesante ¿Puedo saber de que se trata?.

-Preferiría conversarlo en privado, si no es mucho pedir -Manifestó barriendo con la mirada a los otros dos chicos.

-Por supuesto -Aceptó ella posterior a considerarlo unos segundos. Se dirigió a James- ¿En que puedo ayudarle, Señor Potter?.

-Quisiera solicitar unas cuantas tutorías para este periodo, Profesora -Anunció muy quitado de la pena. Como si no fuera una vergüenza absoluta pedir tal cosa. Albus sintió, no por primera vez, la necesidad de cambiar su apellido y fingir que no lo conocía de ningún lado.

-Este debe ser su día de suerte, justo tenemos un nuevo voluntario -Señaló al lugar en donde Malfoy seguía parado. Se había olvidado absolutamente de su presencia, así de irrelevante le resultaba- Joven Malfoy, tal parece que tiene su primer trabajo.

-Yo-yo-yo -Scorpius miraba sucesivamente a McGonagall y a James, todo mejillas arreboladas y tartamudeo incongruente.

  Buen Dios, Albus intentaba ser buena persona, pero ¿Como resistir la primitiva necesidad de reírse de esto?. Se le ocurrían un millón de formas de usarlo a su favor.

-Estupendo -Concluyó fingiendo que no había pasado cerca de tres minutos haciendo el ridículo de su vida- Po-podemos acordar un horario que nos sirva a ambos, yo... Amm... Tengo entendido que juegas fútbol, no... No querrás... Ya sabes... Ammm... Digo... Perder alguna práctica o algo.

-¡Genial! ¡Es lo que menos quiero! -Rió estúpidamente y le quitó el teléfono de las manos a Scorpius, este aparentaba estar a punto de desmayarse- Ahí esta mi número, escríbeme y lo arreglamos.

  Le guiñó un ojo y abandonó el lugar. Albus se preguntó si de verdad era tan imbécil para no darse cuenta de cómo dejó al pobre escuincle o solo fingía. Conociéndolo, apostaba por la primera.

-Ya debo irme -Tal parece, el efecto había pasado por completo, pues Malfoy enderezó la espalda y ya se veía tan presuntuoso y petulante como siempre- Gracias por todo,  Profesora.

-No hay que agradecer, es muy loable de su parte lo que está haciendo.

-Me gusta ayudar.

  Mi gisti ayidir, si claro, a otro perro con ese hueso. Lame botas arrastrado. Resistió el impulso de rodar los ojos mientras se iba.

-¿Qué es ese tema tan misterioso del que quería hablar? -Preguntó la mujer sin perder ni un segundo.
 
  Albus se aclaró la garganta y ajustó su corbata. Actuando como el joven impecable que siempre había sido.

-Quiero ofrecerme para dar tutorías.

  McGonagall alzó una ceja y Al intuyó lo que diría incluso antes de que abriera la boca.

-¿Y de donde salió este cambio? Creo recordar, que cuando renunció a la responsabilidad hace unos meses, expresó muy claramente sus sentimientos al respecto.

-Si pero...

-Alegando, si la memoria no me falla, que usted tenía mejores cosas en que gastar su tiempo que no fuera educando a "Simios" "Iletrados" e "Incultos" que y cito "No tendrán más futuro que yacer hasta el final de sus días debajo de un puente".

-Como sabrá bien he estado lidiando con... Problemas en casa, desde hace un tiempo -Y obvio que apelaría al divorcio, es la clase de cosa que hacía que los adultos te compadecieran lo suficiente para pasar por alto tus groserías- Admito que no he manejado mis emociones de la mejor forma, pero quiero enmendar mi camino, mejorar como persona y trabajar más en mi mala actitud.

McGonagall no tardó ni diez minutos en darle una tarjeta. A veces, y solo a veces, en necesario decir lo que otro quiere escuchar para lograr tus objetivos.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Where stories live. Discover now