Yo si lo hice

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  Una semana. Una semana teniendo tutorías después de clases y Scorpius podía estar orgulloso de dos cosas.

Uno, su latín había mejorado sustancialmente. Y dos, y aún más admirable, solo había caído en la tentación de besarse con Albus en cinco ocasiones. Lo que significaba que puso todo de si en resistirse las otras quince veces.

Pero vamos, entre su tortura mental por la universidad y su desolación por su corazón roto, Albus era la mejor vía de escape que tenía. Y no es como si al pelinegro le molestara, no se le veía nada molesto mientras lo aprisionaba contra el suelo de la sala de estudio y lo besaba hasta hinchar sus labios y dejarlos hormigueando.

De vez en cuando, lo invadían atracones de moralidad y culpa, repitiéndose una y otra vez la horrible persona que era por usar a Albus a su beneficio. Entonces se prometía a si mismo que no volvería a pasar, predeciblemente, jamás cumplía.

Es que se sentía tan bien, no solo los besos, no, era más, la conexión que compartían, tal vez solo le ocurría a él, pero sentía que no importaba que tan loco fuera lo que dijera, Albus lo entendería igual. Como un idioma desconocido para el resto del mundo, algo que solo hablaban ellos dos.

Lo achacó a que su amistad se fortalecía rápidamente, aunque Albus jamás lo admitiría. Sí, debía ser eso.

El sentimiento no tenía precedentes, intentaba compararlo con su amistad con Brie, pero jamás se sintió tan entendido por la pelinegra. Ni hablar de James, con quien sus hormonas se alborotaron tanto que nunca se preocupó en si quiera revisar si eran compatibles en otros aspectos.

Hablando de James... Ya no se veían tanto como antes. Volvieron a hablar, claro, una vez Scorpius superó su irritación y decepción por lo ocurrido en la fiesta de Brie, pero no era igual. Scorp prefería decirse a si mismo que era porque estaba ocupado con los exámenes y James había empezado su temporada de juego.

Cruzaban un par de palabras en los pasillos, James hacía ademán de querer iniciar conversaciones más largas, pero él generalmente iba con prisa, ansioso por contarle a Albus cualquier cosa que hubiera investigado con respecto a su tema conversacional del día anterior.

No era su culpa tener más temas en común con Al. Solo ocurría, uno no controlaba esas cosas.

Como ahora, que no controlaba a sus propias manos mientras desordenaban por completo los mechones oscuros entre sus dedos.

Lo que inicialmente se trató de un pequeño beso con la intención de apaciguar la tensión e incomodidad de Albus, había evolucionado demasiado rápido a su situación actual.

Con Scorpius sentado en la mesa de la cocina de su casa, con Albus entre sus piernas, besando ávidamente su cuello. Scorpius lo sujetaba con demasiada fuerza del cabello, siempre controlando la intensidad de los besos y la zona en que los quería. Albus no se quejaba.

-Tenemos que detenernos -Murmuró, apenas despegando la boca del punto debajo de su oreja.

-Cállate -Ordenó Scorpius en respuesta, presionando de nuevo para que retomara su labor.

-Hablo en serio, Malfoy.

-¿Por qué? -Preguntó, totalmente irritado.

-Porque estamos en tu casa y tu padre está en la habitación de al lado.

-No le molestará -Rebatió, más por su desesperación que porque de verdad lo creyera.

-Sí, claro. Estoy seguro de que estará muy feliz de que estemos haciendo esto en la mesa donde toma su desayuno. Puedo imaginarme su euforia al empujarme por la ventana.

Terminó de alejarse por completo, tomando asiento nuevamente en la silla del comedor. Scorpius suspiró, bajándose también de la mesa.

-Mira este desastre, arruinaste mi trabajo de toda una noche con tu maldito trasero -Le recriminó, señalando la arrugada pila de papeles en donde accidentalmente se había sentado al subirse a la mesa.

-No te parece muy maldito cuando le pones las manos encima -Se burló, acercando sus rostros de nuevo.

-Sí, bueno, es de esos escasos momentos en los que se le puede dar una utilidad real -Albus posó el dorso de su mano en su mejilla, Scorpius pensó que lo besaría, pero todo lo que consiguió fue un empujón- Ahora deja de distraerme, hijo de puta. Me tomo muy en serio mi trabajo.

En un acto por demás infantil (Del que se hubiera burlado de no ser él quien lo realizara) le arrebató de las manos su libreta de apuntes a Albus. Rodeando la mesa entre risas cuando este se levantó para perseguirlo.

-¡Dame eso! -Scorpius le sacaba unos buenos cinco centímetros de altura, por lo que al alzarlo en su mano, lo dejó totalmente fuera de su alcance- Que perra.

-Si lo quieres tendrás que saltar por él.

Su relación era de lo más bizarra. A pesar de que Albus estuviera el noventa por ciento del tiempo mal encarado y con un carácter de mil demonios, Scorpius se sentía en la suficiente confianza para ser tan infantil y estupido como se le antojara.

-Eres un bastardo.

-No no no, mis padres estaban casados al concebirme. O al menos eso es lo que a mi abuela le gusta contar a sus amigas del crochet.

-Un infeliz de mierda entonces.

-Yo estoy bastante feliz ahora -Respondió, cruzando los brazos por detrás de la nuca de Albus, ya el asunto de la libreta dejado en segundo plano- ¿Tú no?.

Albus abrió la boca para contestar, pero los interrumpió un carraspeo desde la entrada al salón.

Mierda.

Scorpius, por puro instinto, colocó un metro y medio de distancia entre Albus y él antes de girarse a mirar a su padre.

-¡Estábamos estudiando! -Aclaró, un poco demasiado alto.

-Evidentemente.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Where stories live. Discover now