Lumus

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Albus se aferró a la muñeca de Scorpius con la esperanza de retrasar, por al menos unos minutos más, el inevitable encuentro con su familia.

No estaba lo suficientemente bien, psicológicamente hablando, para lidiar con tanto afecto todavía. Y aún necesitaba aclarase un par de dudas sobre muchas cosas.

Al intentar enderezarse en la cama, un dolor brutal atravesó su torso entero. Gimió miserablemente con los dientes apretados. Su rubio acompañante se burló descaradamente, mientras lo devolvía, con mano firme, a su lugar.

-No debes moverte. Tienes una costilla rota.

-Sí, genio, ya me di cuenta -Rodó los ojos. Jadeando por un poco de aire- Duele.

-Y espera a que te quiten los analgésicos, vas a querer morirte -Declaró con sorna. Nadie creería que dos minutos antes había hecho la de Magdalena en su hombro.

-Tuve un accidente de tránsito. Lo menos que puedes hacer es no verte tan malditamente satisfecho por mi sufrimiento.

Scorpius sonrió, todo lágrimas secas sobre sus mejillas y ojos hinchados. La vista lo llevó, inexplicablemente, a revivir nuevamente el accidente. Recordando vívidamente el momento en que desvió el volante. Fue cuando su cerebro empezó a, realmente, darle sentido a todo.

-Al... ¿Todo bien? -Su cara debió ser un poema, si la mueca preocupada de Scorpius significaba algo.

Albus forzó una sonrisa, jalándolo hasta tenerlo semi recostado a su lado en la camilla. Muy consiente de que la única razón por la que logró moverlo, aún con sus mínimas fuerzas, fue que Scorpius se estaba dejando llevar. Totalmente dócil bajo su mano.

-Cállate, hablas demasiado -Mordió su propio dolor al empujar la cabeza rubia sobre su hombro.

Bien, lo admitía. Estaba cruzando su propio límite de cursilería, pero acababa de volver de la muerte. Podría culpar al montón de droga en su sistema más tarde.

-¿Qué se siente estar de regreso al mundo de los vivos? -El suave susurro le hizo cosquillas en el oído. Si a Scorpius le molestaba todo el show de abrazos y consuelo, no dio muestras de ello.

-De la mierda, no extrañé para nada aquí.

-Que adorable. Ya echaba de menos tu irritante voz diciendo estupideces.

Albus dejó un beso en sus labios solo por eso. Por actuar como siempre y ayudarlo a fingir momentáneamente, que los últimos momentos de su vida no habían ocurrido.

-¿Cuánto tiempo dormí?.

-Ummm... -Se llevó una mano a la barbilla en gesto pensativo.

-No finjas, sé que las has estado contando.

-Veintiocho horas y trece minutos -Contestó tras una pausa.

Albus meditó por un momento. Trazando patrones invisibles en la tersa y molestamente perfecta piel del brazo de Scorpius. Se sostuvo a la sensación cada vez que su mente quizo vagar sin rumbo de nuevo .

-¿Qué hay de Harry? -Articuló la pregunta que le pesaba en la legua desde el segundo que abrió los ojos y alcanzó la lucidez.

-Él... Él está... está... -Scorpius se tensó. Las palabras saliendo agarrotadas unos sobre otra de su boca.

-¿Muerto?.

-¡¿Qué?! ¡No! -Se enderezó, apoyado sobre su codo- Él... Está en coma desde el accidente. Y... Bueno... Ellos... Los doctores dicen... Creen que es poco probable que despierte.

Todo eso lo dijo con nuevas lágrimas en los ojos y la voz imposiblemente rota.

-Pero va a estar bien, no importa lo que digan los médicos, él se recuperará -Apretó más fuerte la mano de Albus, dándole un consuelo que sabía no merecía- Estoy seguro.

-Bien.

-Lo digo en serio, ellos... Ellos no lo conocen. Harry es el tipo más fuerte que conozco, despertará y hará la vida de quien los chocó un infierno absoluto.

Soltó un risa temblorosa que pretendía quitarle peso a la situación, fallando estrepitosamente. Albus quizo matarse. Porque, a pesar de las lágrimas de Scorpius, de la gran posibilidad de que su padre muriera por su culpa, con todo y eso, solo sentía angustia.

Pero no angustia por las razones correctas. Estaba preocupado, sí, pero únicamente por su falta de dolor.

Él debería estar muriendo en ese instante, siendo aplastado por la culpa. Sin embargo, no lograba invocarla.

Se odiaba, y odiaba a Scorpius por ser capaz de sentir tanto. De sentarse allí a derramar lágrimas por su padre cuando él mismo no podía. Ni siquiera su habitual furia estaba presente, un cascarón vacío en su pecho, quizás su alma si había muerto después de todo.

Miró a Scorpius, tratando de tirar de sus sentimientos por él, esa delgada línea a la que se había estado aferrando con tanta fuerza en los últimos meses.

-¿Al? -Albus jaló de él más cerca.

  Entregándose al beso, Scorpius abrió la boca para darle paso, extrañamente sumiso en sus brazos.

Nada.

Lo intentó de nuevo, mordiéndole los labios, empujando su lengua y por poco tragándoselo completamente.

-Hey, tigre, despacio -Scorpius se separó, un hilo de saliva escapando por la esquina de su boca- No es una película romántica, no te quitaré el dolor con un beso.

Dulce e inocente Scorpius. Si supiera que lo que Albus quería, era que se lo trajera de vuelta.

-¿Puedes ir a buscarme un mocca?.

  En su puta vida había tomado algo más que café negro y sin azúcar. Imposible que ingiriera algo tan malditamente dulce. Si se conocieran mejor, Scorpius lo sabría.

-Ammm... Claro -Aceptó, aunque un poco reticente- Pero primero Ginny...

-No -Albus cerró los ojos, invocando una paz interior inexistente- No, no, primero el mocca y luego mi madre ¿Ok?. Promételo.

-Albus, ella está preocupada por ti, debemos...

-Scorpius, te lo estoy pidiendo, por favor, no te pediré nada de nuevo, por favor -No recordaba la última vez que le suplicó a alguien, valió la pena al ver como el chico se ablandaba de inmediato.

-Vale. Te traigo el mocca, lo bebes y voy a avisarle a Ginny que despertaste. Y no es una pregunta. Así lo haremos.

No llevaba ni dos minuto de haberse ido cuando Albus ya se estaba incorporando en la camilla. Le dolió hasta el último vello del cuerpo, pero al menos sus piernas no estaban rotas ni fracturadas.

Tal parecía que todas sus fracturas las había sufrido en la parte de arriba.

Localizó una bolsa con ropa en una esquina de la habitación. Se movió hasta ella, casi cayendo en el proceso por sus piernas inactivas. Dos lagrimas resbalando por sus mejillas por su agudo sufrimiento. ¿Se podía morir de dolor? Lo averiguarían.

Al obtenerla, sacó su pantalón. Logrando ponérselo solo habiendo sentido dolor extremo unas quince veces.

Está bien, eso no era tan fácil como las películas lo hacían ver. Pero el estaba determinado a salir de allí.

Ya con pantalón y zapatos, desechó la idea de cambiar su camisa, seguramente moriría antes de pasarla por su brazo enyesado.

No tenía idea de cómo saldría de ahí con esa bata de hospital. Algo se tendría que inventar sobre la marcha.

Dándole un último vistazo a la habitación, y asegurándose de que el pasillo estuviera en su mayoría vacío, se fue.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Where stories live. Discover now