Un tiempo lejos

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Scorpius se preparó para cualquier tipo de reacción cuando Albus despertara. Quizás el rechazo, ira, que se echara a llorar por lo de su padre, incluso para un cuadro amnésico.

Pero jamás, jamás de los jamases, previó ese ataque de melosidad del pelinegro.

Cuando lo besó, Scorpius sintió tantas cosquillas en el estómago que creyó estallaría. Albus devoró su boca como si fuera algo digno de devoción, una obra de arte con la que deleitarse. Llenó su cabeza de algodon y lo dejó dócil como un gatito satisfecho.

Seguramente estaba enloqueciendo. Sí, definitivamente estaba perdiendo la cordura, porque, al ser empujado sobre el hombro de Albus, Scorpius fue capaz de identificar ese calorcito en su pecho.

Esa condenada sensación que tenía cuando su padre le compraba crêpes y preguntaba por su día. O cuando llamaba a alguno de sus amigos y pasaban horas hablando de todo y nada, solo para terminar lagrimeando de la risa. Se sentía como recordar a su madre. Uno de los esporádicos abrazos de Brie. Llegar a casa y leer a George Sand frente a la chimenea.

Era todo eso y al mismo tiempo nada parecido.Familiar y sin precedentes. Arrollado sin piedad por la magnitud de eso. La única otra vez que su corazón se hinchó tan grande en su pecho fue tras la muerte de su madre, quien diría que lo reviviría por una razón tan distinta.

Se congeló al volver y no encontrarlo. Ginny llegó corriendo por el ruido del mocca estrellandose contra el suelo impoluto del hospital.

Luego de eso, todo fue un borrón. En un momento, la madre de Albus estaba gritando, moviéndose histérica de un lado a otro, James entró a la habitación, algunos Weasley también. Scorpius no sabía que decir, Ginny le hacía pregunta tras pregunta y él solo negaba con la cabeza.

Por más que intentó llamar, Albus lo mandó a buzon, cada llamada rechazada fue una patada directa en el estómago. Si solo le hubiera dicho a Ginny, si no hubiera salido de la habitación, si nada más...

El auto de su padre ¿Por qué caminaban hacia el auto de su padre? Ginny iba al teléfono con alguien, intercambiaba palabras con Draco, Scorpius no lograba descifrar que decía.

Solo se imaginaba a Albus hecho mierda en algún lugar, reventándose los puntos del estómago, causándose una hemorragia interna con un mal movimiento. ¿Y si al final si tenía una contusión? ¿Cuales eran las probabilidades de que se desmayara en algún lugar y no tuviera a nadie que lo ayudara?. Scorpius debió estar allí, no debió moverse de su lado ni un momento.

Las calles por las que pasaban se le hacían vagamente familiares, pero no podía prestar atención a algo que no fueran sus manos temblantes.

Las puertas traseras se abrieron y sus pasajeros bajaron. Draco dice que darán la vuelta. ¿La vuelta de qué?.

-Scorpius, hey -Chasqueó los dedos frente a su cara pero él no emitió ni un sonido- Maldita sea.

Un frenazo y Scorpius se aferró al cinturón con ambas manos. Imaginó a su padre acompañando a Harry en la cama de hospital.

-Scorpius, Albus está bien -Draco lo envolvió en un abrazo un tanto incomodo por la posición.

Tardó, pero su cerebro logró finalmente procesar la nueva información. Ya más consciente de su entorno, reconoció la entrada del Intituto Hogwarts.

Ginny y James parados al otro lado de la acera, rodeando a...

Scorpius le dio una chequeada rápida. O al menos pretendía que fuera rápida. Obviamente falló épicamente. No le era, físicamente posible, apartar la mirada. Estaba seguro, que de haber tenido algún tipo de habilidad sobrehumana mágica, habría asesinado a Albus con el puro poder de su pensamiento.

¿Cómo es qué, aún ahora, luego de toda esa terrible situación, el mocoso malcriado podía ser tan egoísta?.

En breve, los asientos traseros volvieron a ser ocupados, esta vez por tres de los miembros de la familia Potter. Scorpius se negó a mirarlo, no le daría el placer de ver lo herido que se sentía.

Lo castigaría con indiferencia. Sí, eso sonaba perfecto.

Su determinación se derrumbó al estar nuevamente en el hospital. El estómago se le enderezó en lo que sintió los pies nuevamente sobre el suelo firme.

Ginny, aunque a regañadientes, aceptó el gesto de Albus, indicándole que se adelantaran. James la siguió, sin dejar de dar vistazos hacia atrás en más de una ocasión.

De pie, a menos de medio metro de él, era imposible no mirarlo. Intentó fijarse en otra cosa que no fuera la venda sobre su nariz, pero era difícil, aún más cuando la alternativa eran sus ojos.

-Fui a ver a Neville.

-No ¿En serio? Y yo que creí que solo habías ido a entregar un trabajo retrasado -Viró los ojos, evidenciando más su sarcasmo y desdén.

-Empezaré terapia. Nev dice que lo mejor es vernos dos veces a la semana.

-Me parece adecuado. Definitivamente debe haber algo mal contigo si te escapaste del hospital únicamente para sacarte cita con un psicólogo escolar.

Albus gimió en voz baja al intentar atrapar uno de los brazos de Scorpius.

-¿Estás bien? -Porque que lo odiara no significaba que no se preocupara por él.

-No. Pero lo estaré -Scorpius leyó el entrelíneas de esa afirmación- Creo que tomará tiempo... Pero yo... Yo...

-Lo solucionarás -Scorpius deslizó un dedo por el costado de su rostro.

  No le era fácil mantenerse enojado. Nunca, en realidad. Mucho menos con las personas que, lo admitía, significaban algo en su vida.

  Sabía, desde el momento que entró a esa habitación de hospital y no lo encontró, que lo perdonaría.

  Quisiera asumirlo o no, Albus necesitaría todo el apoyo que pudiera obtener en su situación actual. Con la vida de su padre colgando de un hilo y su salud mental aparentemente evaporándose como el agua. No debía enfrentar todo eso solo.

  Tenía muchas ganas de llorar, golpear algo, decir tantas malas palabras que su padre lo desheredaría para siempre. Un "Te amo" atorado en la garganta, que no vería la luz. Al menos no por ahora. Porque Albus no podía trabajar con eso. Y él no pondría ese peso en sus hombros tan pronto.

-Confío en ti. Por mucho que odie subirte aún más el ego.

Pelear, besar y... ¿Como es que iba? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora